El accionar público La ética y la política Opinión Panamá Publicado en La Estrella de Panamá

Jugando con la cadena

MARIELA SAGEL*

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La Estrella de Panamá, 13 de febrero de 2011

Hay un viejo refrán que dice que se puede jugar con la cadena, pero no con el mono. Lo escuchamos una y otra vez en los tiempos del gobierno militar, cuando se hacía referencia a la situación en la que se colocó Noriega frente a su antiguo aliado, los Estados Unidos. En las últimas semanas, convulsionadas por más de una instancia, hemos visto encontronazos violentos desde varios frentes: las reformas que se impusieron a pesar del rechazo de la mayoría de la población al Código Minero, la negativa a aceptar responsabilidad y asumirla de una manera decente, en el caso de la masacre ocurrida en el Centro de Cumplimiento de Tocumen y las repetidas y permanentes amenazas que se ciernen sobre la libertad de expresión muestran a todas luces que el actual gobierno se está pasando a jugar con el mono.

Pareciera que no aprendimos nada de los eventos de Bocas del Toro, ocurridos el año pasado, y que aún no se han aclarado del todo ni se ha deslindado la responsabilidad última sobre ellos. No se sabe cuántos muertos hubo, cuántos perdieron la vista y cuántos heridos aún sufren sus secuelas. Esos eventos son un típico caso de jugar con el mono: por querer pasar una ley a la brava hubo enfrentamientos innecesarios y lamentables, misma ley que después fue derogada y disfrazada para, en algunos temas, aprobarla como se quiso inicialmente. No entiendo la lógica de pedir perdón en vez de pedir permiso. Se levantan frentes de combate innecesarios y al final lo que se pierde es tiempo en lograr los objetivos que se pretenden. Tiempo que resta en la maratónica carrera que empezó con el gobierno del cambio y que hasta ahora solo ha ofrecido el programa de 100 para los 70 y la beca universal.

Lo de los cambios al Código Minero, otros mucho más versados y conocedores del tema han ilustrado ampliamente de los pro y los contra de la minería a cielo abierto en un país como Panamá, cuya concentración en atraer inversión económica debería enfocarse primordialmente en el turismo, los atractivos de su biodiversidad, culturales y los servicios. Ahora mismo muchos ojos miran nuestro país como un lugar para levantar hoteles, desarrollos inmobiliarios y logísticos, que además de elevar el nivel del país ayudan en la capacitación de muchas personas y por ende, en su calidad de vida. Para muestra un botón: los proyectos de playa, como Decámeron, tuvieron un impacto positivo en las poblaciones circundantes, capacitaron a un amplio porcentaje de personas, y esas mismas han sido vasos comunicantes en los otros proyectos de playa que se han ido construyendo en el área. Las playas en Panamá Oeste y la provincia de Coclé, por no decir en el mismo Chiriquí, así lo demuestran.

Pero el discurso de desarrollo no se conjuga al mismo ritmo que el de imposición a ultranza que se vive a diario. No se puede estar en permanente confrontación con una gran mayoría del pueblo panameño y estar invirtiendo en costosas campañas publicitarias para atraer inversionistas, si cuando éstos vienen encuentran las calles llenas de basura y de huecos, manifestaciones y cierres de vías a diario, protestas y noticias que alarman sobre la intolerancia de los funcionarios y la permanente amenaza de un gobierno totalitario y autócrata. El mono se ha convertido en el ‘motu proprio’ que vemos a diario.

Sobre la responsabilidad que aún ninguna autoridad ha asumido en lo que aconteció trágicamente el pasado 9 de enero en el Centro de Cumplimiento de Tocumen, insisto y seguiré insistiendo que se debe velar porque no vuelva a ocurrir una muestra de deshumanización tan deplorable, además que no podemos permitir que los dos muchachos que han sobrevivido y que están a punto de ser dados de alta en el hospital —ya uno salió— no tengan un tratamiento de recuperación garantizado, porque cuando ocurrió la tragedia, ellos estaban bajo la patria potestad del Estado. Es urgente que se les ofrezca a sus familiares los tratamientos tanto de curación, injerto y atención de las heridas y quemaduras que sufrieron, como la ayuda sicológica que exigen las circunstancias.

De no hacerlo, se estaría cometiendo un doble crimen y jalándole descaradamente la cadena al mono.