Publicado en La Estrella de Panamá, el 26 de septiembre de 2022.
Descubrir este pequeño país, que era parte de la antigua Yugoslavia, fue realmente una grata sorpresa por la belleza y el verdor que tiene y sus muchos sitios de interés. Pertenece a la Unión Europea y su capital es Ljubliana. Limita al oeste con Italia, con el Mar Adriático al suroeste, con Croacia al sur y al este, con Hungría al noreste y con Austria al norte. Su población no supera los 3 millones de personas.
Se constituyó en junio de 1991 cuando logró la independencia, después de un breve conflicto bélico (la primera guerra de la disolución de la antigua Yugoslavia) y desde aquel entonces fue el país más desarrollado de la federación que estaba formada por el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. Entró a la Unión Europea en 2004 y también ese año al área Schengen y se integró a la zona euro en 2007. Desde el año 2010 es parte de la OCDE.
Su historia es riquísima en referencias y es hoy día uno de los países más verdes, al punto de que la National Geographic Traveller’s Magazine declaró a Eslovenia como el país con el turismo más sostenible del mundo en 2017. A pesar de esto, no se percibe como el destino más cotizado, lo que ha permitido que un 60% de su territorio esté cubierto de bosques.
En tres días recorrimos numerosos castillos, estuvimos en el centro histórico, admiramos el dragón que es el símbolo del país, varias iglesias (en Piran), el Parque Zvezda, la bella Ljubliana, con sus esplendorosos edificios; sus canales, el apetecible Mar Adriático, Postojna-Planina, donde nos adentramos en unas cuevas espectaculares; el castillo de esa localidad, enclavado en una montaña, donde se aprecia cómo vivían los lugareños, recluidos; Predjama, con sus amplios salones y réplicas de sus personajes; el castillo de Zgornja y su magnífico museo de títeres; el lago de Bled, lago glaciar de los Alpes Julianos, situado al noroeste de Eslovenia en la ciudad del mismo nombre, con su castillo en la cima de un acantilado de 130 metros de altura y que tiene en el medio la única isla natural del país.
En el castillo nos enseñaron cómo se imprimían en los tiempos antiguos los libros y pudimos hacernos de sendos grabados con nuestros nombres, incluso haciendo el esfuerzo de mover el tórculo artesanal nosotros mismos. Es una de las atracciones turísticas más visitadas de Eslovenia, superada únicamente por las cuevas de Postojna.
El castillo fue mencionado por primera vez el 22 de mayo de 1011 en la escritura de donación emitida por el emperador Enrique II del Sacro Imperio Romano Germánico en favor de los obispos de Bresanona (Bressanone, en italiano; Brixen, en alemán). Al estar situado en la Marca de Carniola, estado en el sureste del imperio en la Alta Edad Media, corresponde a la presente región central de Carniola de la actual Eslovenia. En el tiempo de su creación, la marca servía como defensa fronteriza contra los reinos de Hungría y Croacia.
Pasó a manos de la Casa de Habsburgo en 1278. La parte más antigua del castillo es la torre románica. En la Edad Media, más torres se construyeron y las fortificaciones se han mejorado y algunas son de estilo renacentista. Los edificios se organizan en torno a dos patios, que están conectados con una escalera. Hay una capilla en el patio superior, que fue construido en el siglo XVI y renovado en torno a los 1700. El castillo también cuenta con un puente levadizo sobre un foso.
No faltaron visitas a galerías de arte, plácidos paseos por los alrededores de los lagos, donde pudimos apreciar los deportes de gran impacto que se practican; la belleza de sus construcciones medievales, el parque Blejski y la Villa Bled, residencia de verano del mandatario yugoslavo Josef Broz Tito, cuya madre y segunda esposa eran eslovenas y donde recibió a diferentes estadistas como Nikita Kruschev, Indira Gandhi y al egipcio Gamal Abdel Nasser. Antes de la segunda guerra mundial, en su lugar había una mansión de la familia Windisch Grats. Tito murió en Ljubljana en 1980. Hoy día es un hotel de lujo.
“Su historia es riquísima en referencias y es hoy día uno de los países más verdes, al punto de que la ‘National Geographic Traveller’s Magazine’ declaró a Eslovenia como el país con el turismo más sostenible del mundo en 2017”.
De todas las bellezas que vimos en este maravilloso país, de las más impresionantes y al mismo tiempo, las más famosas, sin comparación con nada que hubiéramos visitado, son las cuevas de Postojna.
Este sitio alberga una de las más famosas cuevas del mundo, precisamente por la accesibilidad que ofrece. En una colina se ubica su entrada, y de allí se ingresa a un espacio inmenso en forma horizontal. En la antigüedad, era visitada por muchas personas y, producto de ello las marcas negras todavía se aprecian, que producían las antorchas que portaban.
Esta parte del país fue poco habitada por mucho tiempo, estando en el centro de Europa, y los pocos visitantes que tuvieron acceso a esta maravilla natural, fueron explorando y también, contando las maravillas que ofrecen las cuevas. Es así como se han ido desarrollando para el turismo y se han hecho mundialmente famosas.
Las cuevas tienen una larga historia y han sido usadas para muchos propósitos: centros de almacenaje, escondite, bunkers, y depósito de combustible instalado allí por los alemanes. Al ser destruido por los partisanos, la explosión que causaron y el fuego duró siete días, destruyendo algunos pasajes de las cuevas. Los partisanos eran miembros de un grupo civil organizado para la resistencia clandestina que actuaba contra la autoridad o contra el ejército invasor. Esta denominación alude particularmente a los miembros de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial.
Los visitantes a esta excitante formación natural la transitan, al ingreso y la salida, en un rapidísimo tren por unos 5 kilómetros y el tour consiste en recorrer por unos muy bien diseñados pasillos peatonales con barandas, los entreverados vericuetos de las cuevas, donde uno se maravilla de las formaciones naturales que presentan. Son tan grandes, que hay un restaurante, un área para conciertos donde caben 10 mil personas y hasta una oficina postal. Adentro, aún en verano, hace mucho frío.
El edificio de la entrada, por donde ingresamos, fue construido en este siglo y tiene, como toda atracción turística, tiendas alusivas a lo que se va a ver. Esto lo ha hecho muy popular, especialmente porque Eslovenia perteneció al Imperio Austro Húngaro y eso permitió a mucha gente viajar a Postojna y visitar las cuevas.
La formación de estas cuevas es kárstica, que es una forma de relieve originada por la meteorización química de determinadas rocas, como la caliza, dolomía, yeso, y otros compuestos de minerales solubles al agua. Su nombre procede de Karst, nombre alemán de la región ítalo-eslovena de Carso. Las formaciones, a través de los años, permiten las estalactitas y estalagmitas que se pueden apreciar a lo largo del recorrido.
Dentro de ellas y en sus pequeños riachuelos, nada una salamandra que es el símbolo de las cuevas y que pudimos apreciar y fotografiar en la incursión tan interesante que hicimos al interior de esta inmensa cueva.
Postojna es uno de los más importantes centros kársticos y la sede del Instituto de Investigación Karst, parte del Centro de Investigación Científica de la Academia Eslovena de Ciencias y Artes y otros centros de estudios. La visita a las cuevas es una experiencia absolutamente alucinante e inolvidable, como lo es el recorrido por el hermoso centro de Ljubljana, donde el estado de bienestar se nota en la alegría de la gente y la tranquilidad que emanan sus habitantes.