LA LIBERACIÓN DE LIBROS
Por Mariela Sagel, El Siglo, 25 de abril de 2016
El sábado 23 de abril se celebró el Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor y en todo el mundo se realizaron sendas ceremonias en torno a él. Ese día fue adoptado por la UNESCO (Organización de Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura) en 1995 porque en 1616, hace 400 años, el mismo día, fallecieron Miguel de Cervantes Saavedra, padre de la lengua española y de la novela moderna, William Shakespeare, padre de la lengua inglesa y de la dramaturgia moderna, y el Inca Garcilaso de la Vega, considerado como el «primer mestizo biológico y espiritual de América», que supo asumir y conciliar sus dos herencias culturales: la indígena americana y la europea, alcanzando al mismo tiempo gran renombre intelectual.
Para los usuarios de Facebook se organizó, a nivel mundial una actividad que consistía en liberar uno o más libros, es decir, dejarlo en un lugar público, que bien podía ser una cafetería, parque, universidad, escuela, tienda, y escribir en su primera página la siguiente leyenda: “Este libro es libre, cuando lo encuentres es tuyo léelo, y cuando lo termines, déjalo nuevamente en otro lugar para que otra persona lo encuentre y pueda leerlo igual que tú.” Esta liberación, que unió a muchos bibliófilos como yo, se está dando aún hoy en diversas partes, y la dinámica ha resultado muy enriquecedora.
En una sociedad como la nuestra, que abre más lugares de reuniones con la única condición que tengan conexión WiFi para que las personas sigan en el insultante chateo, es refrescante la práctica de encontrar o compartir un libro. Yo comparto con el gran escritor Pérez Reverte el decir que no tengo ideología, tengo biblioteca, y me enorgullezco de ella. Y se lee en forma digital o en papel, no importa, mientras se siga leyendo, lo importante es el contenido y debemos seguir escribiendo para que haya contenidos.