El accionar público La ética y la política Opinión Panamá Publicado en La Estrella de Panamá

La libertad de expresión e información

MARIELA SAGEL*

[email protected]

La Estrella de Panamá, 24 de Octubre de 2010

W ASHINGTON, D. C .— Todos estos días el gran debate se ha centrado en torno al peligro que se cierne sobre la libertad de expresión, por la serie de eventos que se ha desatado contra periodistas, que no parece que tengan relación entre sí, pero que los une un hilo conductor casi imperceptible, cuál es, el poder económico que hay en la agenda de los que están atentando contra ella.

Apoyo denodadamente todas las manifestaciones que se organicen con el fin de repudiar estos ataques a los comunicadores, así como lamento profundamente que vayamos para atrás en cuanto a las regulaciones y leyes que se quieren manipular para crearle una patente de corso a los que hoy detentan el poder.

Mis reflexiones van más allá de lo que está pasando ahora, se remontan a los excesos que se han cometido en el pasado y que han dañado irremediablemente la honra de personas que han sido víctimas de ciertas ‘unidades investigativas’, que poco les vale con tal de hacerle daño a una gestión o a fin de satisfacer un capricho particular de algún resentido. Y en este sentido quiero destacar que así como ese personaje creado por Ebrahim Asvat que se llama Expresión Libertad, también hay otro que se llama Información Libertad, que debe ser preservado a como dé lugar. Porque todos tenemos derecho a estar informados correctamente y también todos tenemos derecho a expresar nuestra opinión, sin que medien amenazas de catalogarnos de una u otra forma.

Todos los que nos informamos por medio de la radio, prensa y televisión, estamos a merced a la orientación de la noticia y la forma en que ésta se presente. El año pasado y éste ha habido dos casos que han llamado mucho la atención, porque se nota que ha habido una agenda oculta en cómo se han presentado los hechos y la intención final que se perseguía.

Me refiero a los casos del ex presidente Ernesto Pérez Balladares y el del ex ministro Daniel Delgado Diamante. Sobre el primero he expresado, tanto en radio como en televisión y prensa, los desafueros que tuvo la supuesta investigación que se fraguó desde la unidad investigativa de un diario impreso y el aprovechamiento que tuvo la administración actual para hacer todo un show al respecto. Sobre el segundo, si antes no expresé ninguna opinión fue porque no me sentía suficientemente ilustrada sobre el hecho, más allá de la lectura de los reportajes del periodista argentino. Pero recientemente, y hurgando un poco en el destino que tuvieron los llamados Decretos de Seguridad que había llevado a cabo, contra viento y marea, el ex ministro Delgado, me he encontrado con cosas que no se dijeron, o no se les dio la debida divulgación, o peor, mentiras que repetidas muchas veces se convirtieron en verdades para muchos.

Con Daniel Delgado me une solo una cordial relación de colegas cuando él era secretario general de Cancillería, relación que se convirtió en una amistad de respeto e intercambio cultural los siguientes cinco años, estando él al mando de un importante proyecto en la Ciudad del Saber. Su nombramiento en la Dirección de Aduanas me alegró, toda vez que conozco lo puntilloso y vertical que es para el manejo de estos temas. Consideré su paso al Ministerio como una excelente oportunidad para que un hombre formado en los cuarteles desvirtuara ese paradigma que tenemos todavía contra la elite castrense, después de 20 años de haberse abolido el ejército.

Participé de las discusiones que se dieron en torno a los decretos de seguridad, sabiendo que no era el mejor momento, electoralmente hablando, para que se pasaran, pero tal parece que por más que se dijo en campaña que se abolirían los mismos, eso no ha ocurrido, y solo el relacionado al Consejo de Seguridad fue modificado, con la aberración de excluir del mismo al ministro de Seguridad.

Creo que a Daniel Delgado no se le ha dado la oportunidad de decir su versión de los hechos que ocurrieron hace más de 40 años y puede que éste sea el momento para que lo haga y gocemos, plenamente, de una verdadera libertad de expresión e información.