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LA MEMORIA DE UN PAIS EN IMAGEN Y SONIDO

Por Mariela Sagel, Facetas, 2 de abril de 2017

Me reuní con Jorge Perugorría, alias Pichi, cubano, actor, pintor y escultor el día que llegó a Panamá para participar en el Festival Internacional de Cine (IFF por sus siglas en inglés).  Jorge vino acompañado de su esposa Elsa, y de Mirtha Ibarra, viuda del famoso director Tomás Gutiérrez Alea (alias Titón) y ha estado presentando “Kimura”, película panameña que estrenó el pasado viernes, “Fresa y Chocolate”, película que catapultó a la fama a Perugorría (rodada en 1994) y hoy se pasará el documental “Titón: de la Habana a Guantanamera”, recordando los 20 años que han pasado desde su muerte.  Empiezo resaltando el gran valor que tiene este 6to. IFF, que es una apuesta a la tenacidad, la perseverancia y la creatividad.

JP: En Panamá, como en la mayoría de los países centroamericanos no había cine y que se empiecen a incentivar estos festivales es muy interesante.

MS: ¿Cómo te sientes haber nacido en la misma fecha que nació Fidel?

JP: Fue pura coincidencia, yo soy del año 65, nací con la revolución.

MS: ¿Cómo obtuviste la nacionalidad española?

JP: Hubo una época, en los noventa, que España trabajaba mucho con el cine latinoamericano, coproducía películas con productoras latinoamericanas, y a un grupo de cineastas, como Adolfo Aristarín (argentino), Arturo Ripstein (mexicano), Juan Carlos Tabio (cubano), al mismo Titón y a mí, que trabajábamos con el cine español nos dieron la nacionalidad por otorgamiento, porque eso facilitaba las coproducciones.  Es un privilegio que otorga el Rey y mis hijos también lo tienen. 

MS: Te criaste entre mujeres: madre, hermanas, tías, primas, abuela, pero tienes cuatro hijos varones y una nietecita.  También eres pintor y escultor.

JP: En realidad mi primera vocación por el arte fue la pintura y estuve en un taller estudiando, en una casa de cultura en el pueblo donde nací (Wajay), y cuando descubrí la actuación me motivó mucho y emprendí la carrera como actor.  Y con los años, después de un largo viaje, empecé a retomar la pintura, casi como una terapia entre película y película, y se convirtió en otra manera más de expresarme como artista.  Hago exposiciones, tengo una galería en La Habana, que es un espacio cultural, donde no solo hago exposiciones de mi obra sino que está abierto para el arte contemporáneo cubano. He realizado exposiciones en Cuba, en Europa y Estados Unidos.

Descubrí la actuación y me dije que esto es lo que quiero hacer.  Estuve diez años de mi vida haciendo solamente teatro. Empecé a hacer televisión y estaba en un proyecto con Mirtha Ibarra y ella me dijo que estaban haciendo un casting (del ICAI).  Yo pensaba que después de estar haciendo teatro tanto tiempo no iba a hacer cine, pero un día me encontré a Mirtha y Titón, y ella me lo presentó, y le dijo que yo era el muchacho del que ella le había hablado y me insistió que hiciera el casting.

Me presenté en la prueba, cuando entré pensé que me iban a aprobar para el personaje de David, porque yo estaba seguro que era para el que yo tenía más posibilidades de hacer, porque en el cuento de Senel Paz el actor era mayor.  Titón dijo que estaba buscando al personaje Diego porque de David tenía un montón.  Pensé que la tenía muy difícil (Diego era un joven homosexual). Casualmente yo estaba haciendo una obra en la que actuaba como mujer, con Carlos Díaz, en un grupo que se llamaba Teatro en Público, “Las criadas”, y yo era Clara.  Carlos Díaz también se estaba presentando en el casting, hizo pruebas para Diego.  Yo no tenía esperanzas, un mes después llaman a la puerta de mi casa y me entregan un guion y me dicen: usted ha sido escogido para interpretar a Diego.  Pensé que ahora estaba dura la cosa, era realmente un reto porque es un personaje maravillosamente escrito.

MS: Después vino Guantanamera….

JP: Titón me dijo, “ahora vamos a reivindicarte, vas a ir de camionero por todos los pueblos, con una novia en cada lugar”. Lo más significativo de “Fresa y Chocolate” fue la propia repercusión de la película, que por ser un actor joven, con aspiraciones de hacer cine cubano, de pronto se me abrieron las puertas de otras cinematografías, estaba trabajando en Europa dentro del cine español, en Latinoamérica, y eso fue algo que nunca pasó por mi cabeza cuando soñaba con ser actor en Cuba.  Y todo fue gracias a “Fresa y chocolate”, que cambió mi vida.

MS: Entiendo que Cuba tiene grandes incentivos para el cine…

JP: En Cuba hay un gran compromiso con el cine, se hacía desde antes de la revolución, pero con ella adquirió otra dimensión, otra mirada, tanto la generación de Titón, de Julio García Espinoza, Humberto Solá, muchos estudiaron en Italia, en Cinecitá. Venían influenciados con el neorrealismo italiano, más todo el proceso que se estaba experimentando en Cuba, con Santiago Álvarez, por ejemplo, en documental, como el propio cine, entró en una dinámica muy interesante, no solo a nivel expresivo sino de las historias que se empezaron a contar y de la manera en que se contaban.  Fueron los momentos en que se hicieron las películas más emblemáticas del cine cubano de todos los tiempos.  Existía un aire muy creativo y venía otra generación que estaba formándose, de los primeros años de la revolución, contagiados todos con esa historia, y era la manera de dejar un testimonio, no solamente de contar historias sino mostrar los cambios sociales y políticos que se estaban llevando a cabo, que eran cambios radicales.

MS: Cuéntame de tu relación con Leonardo Padura (escritor cubano, galardonado con el Premio Princesa de Asturias 2015 y autor de la serie de novelas policiacas de Mario Conde).

JP: Con Leonardo Padura tengo una relación de muchos años, primero como lector de sus obras, fan de Mario Conde e intentamos varias veces llevarlo al cine.  Hubo un director español que quiso hacer “Paisaje de Otoño”, y otros intentos.  Después de quince años de estar en este bregar se dio, y pienso que en el momento justo, porque ya yo estaba más cerca del personaje, ya tenía cierta madurez, así que todos estos años que esperamos me enseñan que las cosas pasan cuando tienen que pasar.

MS: Y además de Las Cuatro Estaciones de la Habana (que está en Netflix) has protagonizado otras de sus películas….

JP: Además de esa serie, he tenido la suerte de estar involucrado en los proyectos en que ha estado Padura. Primero fue “7 días en La Habana”, que hago de pareja con Mirtha, que es un cuento de Tabio, con guion de Padura, después “Regreso a Ítaca”, dirigida por Laurent Cantet, que es un pasaje de “La Novela de mi vida”, y ahora personificando al mismo Mario Conde.

Si bien “Fresa y Chocolate” (única película cubana que ha sido nominada a un Óscar) estaba basado en un cuento de Senel Paz, que fue premio Juan Rulfo, (“El bosque, el lobo y el hombre nuevo”) y todos nos lo habíamos leído, el personaje más importante de la literatura ha sido Mario Conde, el más conocido y querido actualmente.  Imagínate, hacer ese personaje fue un gran reto, porque todos los lectores de la obra de Padura tienen en su cabeza una imagen de Mario Conde, más cuando es un personaje que Padura no describe. Fíjate que a Mario Conde no lo describe físicamente, a los otros personajes sí, pero todo el mundo se hace una idea.

MS: Pero en “Herejes” sí describe a Mario Conde como un personaje ya decrépito y yo le preguntaba al autor cómo había puesto a un guapo como tú…

JP: No lo describe en la serie, a las mujeres las describe muy bien, se da gusto. Hicimos los cuatro primeros libros que escribió, los rodamos 3 meses en la Habana y un mes en Tenerife.  La Habana es un personaje en esa serie, la protagonista es la ciudad, y lo es en la obra de Padura y en la película.  Es un retrato muy realista de la ciudad, la fotografía es lo más atractivo en esa serie, el director, Félix Viscarret, es un español joven, la atmósfera es una de las cosas más creadas que se haya logrado, yo le bromeaba y le decía que había creado un género, el “noir caribeño”, esa cosa de cine de género con todo eso que se logra con la fotografía y la luz.

MS: ¿Y cuáles son tus próximos proyectos?

JP: Estoy presidiendo un festival de cine, que me está robando mucho tiempo, se llama Festival de Cine de Gibara, que se hace en la provincia de Holguín, lo creó Humberto Solá y se llamaba “Festival de Cine Pobre”, y este año le hemos cambiado el nombre con la idea de que crezca, se haga más participativo, haya más competencia, ampliar el espectro de películas que participan, es un festival entrañable porque es donde puedes visualizar el poder de influir en la vida de la gente, cómo ese festival ha ido transformándose y como yo también creo en el poder transformador del arte, allí estoy empujando.  Es interactivo, aparte de la muestra de películas, hay conciertos, debates, exposiciones de pinturas y grupos de danzas (se llevará a cabo del 16 al 22 de abril).  Yo me escapé tres días para venir acá.

También tengo pendiente la producción de “Neurótica Anónima” dirigida por Juan Carlos Tabio y con Mirtha Ibarra y retomar la escultura, que es lo que menos he desarrollado. Trabajo con hierro, metal, alambrón, y tengo muchas cosas en la cabeza que quiero desarrollar.

Vengo a presentar Kimura a este festival, estoy feliz de estar en una película panameña, eso lo empecé a hacer desde el inicio de mi carrera, y sobre todo porque estos jóvenes cineastas (tanto el director como el fotógrafo) son graduados de la Escuela de San Antonio de los Baños, ver los frutos de esa escuela y también ver que en Panamá se está empezando a hacer cine.  Es importante que un país tenga una cinematografía, porque el cine al final es la memoria en imagen y sonido de lo que uno vive y es importante que en cada país se defienda un cine nacional y me alegra que un país como Panamá se empiece a apostar por el cine.