Las consecuencias del mal karma
Domingo 6 de septiembre de 2015
‘Parecería que no hay nadie que entienda lo que está bien y lo que está mal…’
Recientemente hemos visto un desfile de personas señaladas en actos de corrupción cuyos familiares (hijos, cónyuges, parejas, hermanos, cuñados y hasta nietos) han estado vinculadas con los hechos que se les imputan. La ambición ha llegado a tal punto que una sola persona tiene a su hermano postrado en cama, a su consuegro en la cárcel —ni siquiera ha estado al lado de su familia para el arribo de su primer nieto— a su cuñado autoexiliado y a algunos de sus hijos siendo investigados. Y ni así decide venir a enfrentar la justicia, como debería si, como dice, no tiene culpa de nada.
Muchas veces escuchamos, leemos, reclamamos que es el karma de lo que hemos hecho o de actos perpetrados en vidas anteriores, el resultado de lo que nos sucede en la actualidad, pero pocas veces advertimos que las acciones que hoy hacemos vayan a ser una carga para nuestros hijos, nietos y a lo mejor —para los que saben del tema— en quien reencarnemos.
Sin pretender darles una lección de autoayuda, entiendo que el karma es una energía que se deriva de los actos que uno hacen. Si es así, la ley del karma se aplicaría a nuestras reencarnaciones siguientes. Aun cuando su interpretación varía de acuerdo a las doctrinas religiosas en las que se crea, todas tienen en común que es la ley cósmica de retribución, o mejor dicho, la ley de causa y efecto.
No recuerdo haber visto tantos familiares vinculados a los malos actos que cometieron los gobernantes e inspira algo de pena que los hijos del señor Rafael Guardia estén en casi las mismas condiciones que él —lo peor es el estigma— al inicio de su vida profesional. En las mismas circunstancias vemos familiares de antiguos funcionarios huir del país, otros están presos sin mucha pompa, porque fueron los tontos útiles de algún chanchullo y más grave aún, la unidad familiar destruida por estas circunstancias. Recientemente le escuché al hijo del narcotraficante colombiano Pablo Escobar decir que tenían millones de dólares (cuando estaban resistiendo el acecho policial en su blindada fortaleza), pero se estaban muriendo de hambre, porque no podían comprar comida.
De acuerdo a una de las doctrinas que definen el karma, especialmente en las creencias indias, las personas tienen la libertad para elegir entre hacer el bien y el mal, pero tienen que asumir las consecuencias derivadas de sus acciones. Esto es así porque los efectos del karma de todos los hechos son vistos como experiencias activamente cambiantes en el pasado, presente y futuro. Siempre se ha tratado de explicar los dramas humanos como la reacción a las acciones buenas o malas realizadas en el pasado más o menos inmediato.
Muchas veces nos quejamos de que una persona hace y deshace en su vida profesional, irrespeta a sus empleados, estafa a sus socios y va por la vida haciendo daño. No imaginamos que esa persona está acumulando un mal karma, que tarde o temprano le pasará la factura. Es popular el decir que mientras uno más da, más recibe. A veces el efecto es inmediato y la más de las veces tarda. Aquí podría aplicarse el dicho ‘haz el bien y no mires a quien’.
Yo no puedo imaginarme una cena familiar donde el padre pregunta al hijo a quién estafó hoy, el otro hijo le indique a su progenitor que hizo la transferencia de millones de dólares para burlar a la bolsa de valores, y que el hermano acceda a canalizar las compras de comida para los niños pobres a precios criminalmente altos y señale que lo harán por medio de una empresa (de ellos mismos) que percibirá una jugosa comisión (en otras palabras coima) por hacer esta transacción. Parecería que no hay nadie que entienda lo que está bien y lo que está mal, a riesgo de ganar menos o no ganar, porque de lo que tienen, no se van a llevar nada cuando se mueran.