LOS SECRETOS DE ESPERA
Por Mariela Sagel, Vida y cultura, La Estrella de Panamá, 17 de febrero de 2019
Mi reciente periplo por los pueblos poco conocidos de Andalucía, de la mano diestra del periodista Fernando Orgambides me condujo al precioso pueblo de Espera, de apenas unos 4,000 habitantes, que atesora muchos puntos de interés históricos y arqueológicos. Antes de llegar a encontrarnos con el historiador Manuel Garrucho, pasamos por otro pueblecito, Bornos, también en la provincia de Cádiz, donde visitamos las ruinas de Carissa Aurelia que atestiguan la presencia de restos humanos de la época paleolítica (hace unos 30 mil años) así como la íbera y romana.
En Bornos, con unos 7,000 habitantes, la actividad gira alrededor del alcázar de Fontanar, que tiene unos jardines espectaculares. Este alcázar fue tomado por tropas cristianas en el siglo XIII y de allí fue pasando a otras manos hasta su independencia municipal, prevaleciendo la regencia de la casa de la familia Ribera.
ESPERA
Subiendo desde Bornos se llega a este maravilloso pueblo de casas encaladas y calles empinadas que forma parte de la “Ruta de los pueblos blancos” de Cádiz, entre los que están Setenil de las bodegas, Torre de Alhaguirre, Olvera, Zahara de la Sierra, Algodonales, Villamartín, Ubrique, Arcos de la Frontera, y algunos otros.
El historiador nos condujo a visitar al alcalde, Pedro Romero Valverde quien, junto al concejal de cultura, José María Sánchez Berlanga me obsequiaron sendos libros con la historia de ese pueblo ejemplar, libros que han sido escritos todos por el historiador que nos acompañaba. Gran labor del Ayuntamiento en una población pequeña pero orgullosa de su pasado, que se remonta a las épocas paleolíticas, turdetana, romana y visigoda para alcanzar un gran apogeo en la época de los árabes. En Espera fueron de gran importancia las canteras, cuya piedra formó parte la argamasa que construyó los edificios no solo de a los que me referiré sino de otros importantes como la iglesia de San Pedro en Arcos, la Lonja de Sevilla (hoy Archivo de Indias) y parte de la catedral sevillana.
Tres sitios voy a resaltar: El Castillo de Fatetar, que en 2014 cumplió 1,100 años, la Iglesia de Santa María de Gracia (que antes se llamó Santa María de la Victoria) que ya pasó los 400 años y el Molino de Espera, donde se produce un delicioso aceite de oliva.
EL CASTILLO DE FATETAR
Desde el monte donde se erige se puede apreciar la Vía Asido, antiguo camino romano que iba de Híspalis (Sevilla) a Asido (Medina Sidonia), comunicando de esa manera el Valle del río Guadalquivir con el Estrecho de Gibraltar, camino que posteriormente permitiría la entrada de los musulmanes hacia el centro de la península.
Su existencia data de los siglos VII y VIII d.C. y se le atribuye al califa Abderramán III su construcción. Está en el punto más alto de Espera y desde allí se controlan todas las otras fortalezas, a 235 metros sobre el nivel del mar. Al castillo se asciende con esfuerzo y ganas y sus desgastadas piedras tienen magníficas escaleras metálicas que ayudan a los visitantes a apreciar tan impactante vista.
El hecho de estar en constantes batallas cristianos y musulmanes dio pie a que se levantaran otras fortificaciones en la zona. Dicha construcción no era de buena calidad y la que se ve hoy ha sido restaurada para preservar su valor histórico.
Espera pasó a manos cristianas en el año 1248, cuando Fernando III fue apoderándose de todo el Valle del Guadalquivir y de allí van cediendo el resto de los pueblos vecinos.
El devenir de este castillo es fascinante, sobre todo porque el terremoto de Lisboa, que aconteció en 1755 produjo daños en su fortaleza y que a su lado, casi adosada, se construyó la Ermita del Santo Cristo de la Antigua.
IGLESIA DE SANTA MARIA DE GRACIA
Esta iglesia data del año 1560, e inicialmente se le llamó Santa María de la Victoria. En 2014 se cumplieron 400 años de su construcción. Su estilo es renacentista-barroco. Por las imágenes que tiene, especialmente la de Santa Ana y San Joaquín abrazados se le considera una de las más bellas iglesias de la Sierra de Cádiz.
No ha estado exenta de desastres, ya que en 1636 un terremoto destruyó la fachada principal. Esta coyuntura se aprovechó para dotarla de otras dependencias que eran necesarias para la labor eclesiástica que lleva a cabo ese centro católico. Otra vez la naturaleza se ensañó con su estructura, ya que se vio afectada en su totalidad por el terremoto de Lisboa de 1755, igual que el Castillo de Fatetar, por lo que hubo que emprender de nuevo su reconstrucción.
La iglesia está llena de retablos y obras de arte que se atribuyen a un maestro contemporáneo a Francisco de Zurbarán, pintor del Siglo de Oro español. Las tallas de madera son preciosas y resaltan las imágenes que son sacadas para las procesiones de Semana Santa.
MOLINO DE LOS DIEZMOS
Antes de aventurarnos en este sitio, que ahora es un molino productor del mejor aceite de oliva, pasamos por el obligado Bar Frasquito, donde degustamos un delicioso almuerzo. La aceituna de Espera es considerada, desde la época de Pascual Madoz (Diccionario Geográfico 1846-1850) como de las mejores. Pero el actual Molino de Espera fue anteriormente casa de la Cilla o casa de los Diezmos y Primicias.
Esta almazara está ubicada en un típico edificio andaluz del siglo XVIII construido para la recepción de los diezmos. La estructura está inscrita en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. Es un edificio barroco concebido por el Cabildo de las Iglesias de Sevilla según consta en un mosaico con el emblema de la diócesis de Sevilla: la Giralda entre dos floreros. A partir de la desamortización eclesiástica que suprime en España todos los monasterios de órdenes, una familia se hace con esta estructura y la convierte en un molino para producir aceite de oliva. Hoy día, la misma familia, en su quinta generación, lleva adelante la producción, la que ha ido evolucionando de lo meramente artesanal a industrial que, en lo personal, me resultó fascinante. Las aceitunas provienen de pequeñas propiedades familiares y son el resultado de la fusión de diferentes variedades, unas cuatro en total, que para los entendidos será de gran placer degustarlas.
MUJERES CAMINANDO
La visita no podía culminar sin una reunión con un grupo de señoras que, viviendo en una población tan pequeña y muchas de ellas amas de casa sin mayores estudios, se unieron en una asociación donde se reúnen, transmiten conocimientos, estudian informática y, sobre todo, se sienten útiles a la sociedad. Están emancipadas, son progresistas y cuál no fue mi sorpresa que llegaron más de las que se esperaban y sus preguntas fueron alrededor de los logros de las mujeres panameñas en el campo profesional, político y personal. El local que utilizan lo financia el Ayuntamiento (alcaldía) y hacen excursiones al igual que debaten libros y películas. Están a la vanguardia de la población espereña. Un grato recuerdo de una reunión inolvidable.