Por Mariela Sagel, El Siglo, 21 de marzo de 2016
Recientemente estuve en el Teatro Balboa, después de años de no ir a ningún evento allí. Me impresionó el deterioro que presenta, el mal estado en que están los baños, la improvisación que tienen que hacer los vendedores de bebidas y snacks pues no hay una barra donde apoyarse. No sé cómo estará tras bastidores, si está tan decrépitos como el Teatro Anayansi, pero con el Teatro Nacional cerrado, éste en estado catatónico y el Anayansi, que cobra $10 mil dólares por noche, veo mal la industria del espectáculo. Cuando los gringos nos entregaron el Teatro Balboa era un portento, lo hemos dejado caer en la profundidad de la desidia.
Los gobiernos panameños, sin excepción, se han caracterizado por desdeñar la cultura en todas sus manifestaciones y ésta es una de ellas: no contar con lugares apropiados para realizar conciertos de gala. El concierto al que asistí en el Balboa era en apoyo a la organización de Naciones Unidas contra la trata de personas. Debería darle pena al gobierno central que asistan embajadores y extranjeros a estos recintos donde se exalta la música clásica y de culto, pero debería darle más pena con nosotros los panameños, que exigimos que el Teatro Nacional sea reabierto con el esplendor con el que se construyó y con recursos del estado.
La Ciudad del Saber tiene un excelente teatro, el Ateneo, que está llenando en parte la gran demanda que hay para asistir a conciertos y espectáculos donde uno esté cómodamente sentado y no tomando en mesas. El Domo del campus de Curundú de la Universidad de Panamá también presenta excelentes condiciones. ¿Por qué el Atlapa y el Balboa no pueden estar a esa altura, si cobran por los eventos y deben dedicar parte de sus ingresos a mantenimiento de su infraestructura? La primera dama interpreta apoyar a la cultura el lucir un vestido de diseñador en el estreno de una obra. Nos están convirtiendo en ciegos videntes con este rechazo a la cultura.