Lunes 1 de diciembre de 2014

Mariela Sagel
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El pasado viernes 28 de noviembre, cuando celebramos la única independencia que realmente vivimos y decidimos por nuestra propia voluntad, fue tomada alegremente como el día para que la fiebre del consumismo se apoderara del país y se realizara algo tan ajeno a nosotros como comer arenque: el Black Friday. Toda la semana fue una fiebre de ofertas, avisos, los diarios se caían de lo pesados que venían por los anuncios y algunos establecimientos no solo tuvieron un día de ofertas, sino una semana de ofertas: Black Week. Si bien entraron al país supuestamente uno montón de turistas centroamericanos y suramericanos para entregarse a esa fiebre consumista, los panameños no perdieron oportunidad de amanecer en los centros comerciales y abalanzarse sobre los objetos de su interés, que en su mayoría eran aparatos electrónicos, y de paso, todo lo que consideraron una buena oferta.

Después va a venir el arrepentimiento. Como era fin de semana de quincena, todo vale, pero cuando se llega a casa se pone uno a pensar, por qué habré comprado esto, para qué si no lo necesito. Vi fotos de un auto muy lujoso que dejó dentro sus dos perritos, con los vidrios cerrados, Dios quiera que no se hayan muerto del sofoco (estaba estacionado bajo techo, lo que me da esperanzas). La gente estaba como poseída, es algo impresionante cómo hemos caído tan bajo.

Ese día debe ser observado con rigor por la historia y los panameños que nos preocupamos por respetarla. No es aceptable que después de que se dio el desbande, el presidente diga que no va a volver a caer en día puente. Bien pudo haber previsto esto, pero los intereses económicos de los poderosos siempre privan sobre los intereses de los que menos tienen. Se pudo haber hecho un Black Monday, para diferenciarnos. En Canadá se llama Boxing Day y se celebra el 26 de diciembre. Al fin y al cabo, nosotros no celebramos Thanksgiving, que es la excusa de Estados Unidos para hacer ese Black Friday.