Por Mariela Sagel, en El Siglo, 26 de julio de 2021.
Dice un conocido refrán que “mientras más conozco a los humanos más quiero a mi perro”, atribuida al poeta inglés Lord Byron, que era libertino para su época. Los que hemos tenido perros y han sido parte de nuestras vidas damos fe que es así. Y cuando los perdemos, se nos rasga el corazón porque no hay nada que reemplace la alegría de los caninos cuando uno llega a casa, el calor con que nos reciben, la lealtad que nos guardan.
Esta semana mi perrito Rocco, de 15 años, se fue al lugar donde juegan los de su raza, después de una larga enfermedad. No me lo pude traer a Turquía porque como viajé en pandemia, era mucho trajín traerlo en la barriga del avión durante dos días, y la veterinaria aconsejó que no lo trajera. También estaba el factor edad, y los males que ya lo aquejaban. Pero vivió un año más feliz con su nanita, que lo quería como a un hijo y le brindó todas las atenciones que merecía. Además de hermoso, era fiel y de buen carácter, y las dos veces que fui a Panamá este año me recibió sin rencor porque lo hubiera dejado, feliz de estar conmigo otra vez.
Era querido en todo el barrio. Su porte y maneras eran las de un lord. Su raza era Schnauzer, pero no era gruñón ni ladraba de vicio.
Fue muy dura la decisión de dejarlo ir, pero ya sufría demasiado. No tengo palabras para agradecer a su nanita María y a mi vecina Teresita, que le brindaron la misma o mejor atención que yo le hubiera podido brindar. Y por supuesto, mi hermana Rita, que le tocó llevarlo a la veterinaria para se fuera a dormir tranquilo.
No creo que tenga otro perro, duele mucho cuando mueren, pero los que están en las agrupaciones que rescatan perros abandonados y maltratados, los exhorto a seguir. En eso debería invertir los trasnochados Jeff Bezos y otro Lord, Richard Branson, que se gastan millonadas por un paseíto en el espacio. En eso y en ayudar a los países que no tienen vacunas y a combatir a los anti-vacunas que tanto daño están causando.
