MARIELA SAGEL
Facetas, 6 de octubre de 2013
A través del relato de un caricaturista que se enfrenta a los poderosos y a los directores de medios que quieren doblegarlo, el autor presenta un relato actual, escrito en un estilo que impacta
Juan Gabriel Vásquez es un escritor y periodista colombiano que tiene en edad más juicio que cualquiera de nuestros políticos (apenas 40 años). Con una pluma acerada, como un cincel, escribe semanalmente en El Espectador y no ha faltado en su crítica mordaz e inteligente contra el ex presidente Álvaro Uribe, entre otros.
Vásquez es licenciado en derecho y en literatura latinoamericana y ha vivido en Francia, Bélgica y España. En el 2011 obtuvo el Premio Alfaguara por su novela El ruido de las cosas al caer. Es también el autor de la Historia Secreta de Costaguana, una manera diferente de ver la separación de Panamá de Colombia desde el punto de vista de los colombianos y bajo el embrujo del escritor inglés Joseph Conrad, de quien Vásquez escribió una biografía (El hombre de ninguna parte). En el delirio de su imaginario literario nombró Costaguana a un país sudamericano, donde se recrearía su próxima novela. El escritor Enrique Vila Matas aseguró que este libro es ‘una fascinante reflexión -en clave colombiana- sobre la historia del dolor que no tiene historia’.
UNA NOVELA CORTA
Su nuevo libro desde que ganó el premio Alfaguara (que lo tuvo viajando por un año pero no lo mantuvo alejado del oficio de escribir) es una novela corta que aborda el muy actual tema de las reputaciones, cómo uno las tiene y cómo a veces, sin saberlo o a propósito, se las juega.
El protagonista principal es un caricaturista que se ha resistido a la tecnología y aún a estas alturas manda sus mordaces críticas gráficas (hechas en pulcra tinta china) por medio de un fax, desde la casa de montaña donde vive. Es el más influyente caricaturista del país en el campo político, ‘un hombre capaz de causar la revocación de una ley, trastornar el fallo de un magistrado, tumbar a un alcalde o amenazar gravemente la estabilidad de un ministerio’. Pasados los sesenta años de vida, y cuarenta de ejercicio, puede vanagloriarse que tiene el país a sus pies.
Viviendo solo y añorando su ex esposa y a su hija (que ya es una profesional), es objeto de un homenaje nacional, durante el cual, por esas cosas de la vida, vuelve a ver a una chica que le remueve sus más profundos y enterrados recuerdos. Ese acontecimiento le hace reevaluar su vida, hacerse muchos cuestionamientos y plantearse una de las más intensas obsesiones del autor: el peso que tiene el pasado, los fallos selectivos de la memoria, cómo emergen en el momento menos propicio y cómo estas acciones que creíamos olvidadas determinan el desempeño en todos los campos, especialmente cuando uno se dedica a la política.
Con apenas 137 páginas (lo que es un desafío porque los novelistas, especialmente los latinoamericanos, tienden a extenderse en los relatos), la novela destaca la importancia que tiene la opinión pública en nuestras sociedades. Es una muy atinada reflexión sobre la debilidad de los juicios públicos y privados y lo que significa reencontrar algo que creíamos totalmente olvidado. También es una obra sobre el poder y la fama.
PAÍS DE FILISTEOS
Para Mario Vargas llosa, Juan Gabriel Vásquez es ‘Una de las voces más originales de la nueva literatura latinoamericana’. Ha leído cuanto ha podido y se ha enfrentado a riesgos muy grandes, como lo fue traducir a los 9 años una biografía de Pelé, cuando su mundo giraba alrededor del fútbol únicamente, cumpliendo así con un encargo de su padre.
En una entrevista que le hiciera un par de semanas atrás la revista Diners, Vásquez aseguró que ‘la Colombia de hoy es un país supersticioso y filisteo. Por supersticioso quiero decir un país donde la razón tiene muy poco peso y el fanatismo político y religioso toma las decisiones impunemente. Sin superstición política entenderíamos los beneficios de legalizar la droga; sin superstición religiosa entenderíamos la justicia profunda que hay en el derecho al aborto en ciertos casos, o a una muerte digna. Colombia es una sociedad filistea, según una acepción de la palabra que ya tiene casi dos siglos, porque aquí lo único que se respeta es la plata. A pesar de las apariencias, sigue siendo un país hostil a eso que llamamos cultura, sea lo que sea. Nuestros líderes políticos son intelectualmente indigentes. Y así pasa lo que pasa’.
En su última obra asistimos con asombro al proceso a través del cual el autor desmenuza el temerario entorno del poder, en una sociedad donde la reputación lo es todo. Vásquez reflexiona cómo la mezcla de poder, ignorancia e indolencia puede conllevar al abuso, sobre todo en la político, en donde lo que importan son los fines, seas ésto loables o totalmente malignos.
En pocas palabras, y en pocas líneas, a través de una vida de principios, –la del caricaturista que se enfrenta a los poderosos y a los directores de medios que quieren doblegarlo—, Vásquez logra un impacto que pocas veces recibimos de un tema actual y vinculante.
Acerca del autor hay mucho más que escribir y referir y sobre todo, conocer. Pero mientras tanto podemos iniciar ese conocimiento con la lectura de este magnífico relato. Cualquier parecido a la realidad actual de las reputaciones de nuestros políticos es meramente coincidencia.