El accionar público Opinión Publicado en La Estrella de Panamá

Rescatando la taza de oro

Domingo 18 de octubre de 2015 

‘Debe ser para nosotros nuestro deber rescatar el Colón que dejó de ser, por desidia nuestra, la taza de oro’

Mariela Sagel
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Esta semana, coincidiendo con el llamado día de la raza, el presidente de la República inauguró una obra emblemática de su Gobierno, la misma que fue el escenario de su fastuosa toma de posesión hace año y medio. Y fue en Colón, la tercera ciudad de Panamá y la segunda en importancia. Conocida en un tiempo como ‘la tacita de oro ‘, se le compara a Santa Roja, una mujer a la que todos los hombres adoraban y fue el delirio de los piratas, entre ellos Sir Henry Morgan, que fue bella pero hoy está vieja.

Sus 16 calles, perfectamente bien trazadas, su arquitectura afrancesada adaptada al trópico, con sendas aceras cubiertas de balcones, son testimonio de un buen tiempo en que todo el dinero que entró a suelo colonense la hizo parecer como lo decía el apodo que le otorgaron: ‘una Tacita de Oro ‘. Hasta al gran escritor estadounidense, ganador del Premio Nobel de Literatura de 1962, John Steinkeck, lo sedujo la historia de esta ciudad donde todos querían llegar y escribió una novela corta llamada ‘La Taza de Oro ‘, teniendo como protagonista al mismo pirata Morgan.

El proyecto inaugurado para el rescate de Colón pretende devolverle el valor que tenía esa ciudad en el extremo caribeño del Canal de Panamá, por donde ha pasado tanta riqueza y colinda con la Zona Libre de Colón, pero que se cae a pedazos por la desidia de los Gobiernos anteriores y sobre todo, por la desesperanza de sus pobladores, que no ven seriedad en las promesas que hasta ahora se les han hecho.

Al ser una entrada al Canal de Panamá, la ciudad de Colón siempre ha sido importante, pero tanto los tres o cuatro puertos de importancia que allí funcionan, como la Zona Libre lo han convertido en un ‘gueto ‘. De gente marginada, sin trabajo ni esperanza. De lo que fueron años de esplendor, no solo desde la construcción del canal, sino del ferrocarril (a mediados del siglo XIV) quedan sus sólidas estructuras, algunas a punto de venirse abajo por el abandono.

Celebro con entusiasmo que se inicie esta renovación de una de las ciudades más emblemáticas de nuestro país, la que le da valor a nuestra función de ser el centro del mundo. Aspiro a que los planes de esta renovación se hayan hecho tomando en consideración los aspectos culturales e históricos que son la razón de ser en la historia de nuestra emblemática ciudad atlántica.

Confío en que las cosas se van a hacer de la manera correcta, para ofrecer empleo a los colonenses, mejoras en sus servicios públicos, se refuerce la educación y el sentido de pertenencia que todos deben tener y sobre todo, que se haga sin escándalos ni sobrecostos, a tiempo y que los que han usufructuado muchos años la privilegiada posición de ser dueños del comercio sin darle ni una migaja a la población, lo hagan ahora en coadyuvar que el rescate se haga con respeto a la historia, al individuo y sobre todo, a las tradiciones de un pueblo que más que sufrido, ha sido abandonado.

Los desarrollos y puesta en valor de sitios históricos como Colón, nombrada en honor del almirante que descubrió América (siempre se dijo que anteriormente se le llamaba Aspinwall, lo que ha sido desmentido por historiadores) deben respetar la historia de cada una de sus calles, las luchas de las que los viejos caserones fueron testigos y las victorias que celebraron, mediante recreaciones pictóricas o referencias para turistas, como se hace en toda ciudad que posea una historia tan rica como Colón.

John Steinbeck escribió varios libros, no en vano le dieron el Premio Nobel de Literatura, uno de ellos, el más conocido, Las uvas de la ira. Según su novela, Morgan tuvo que ganar Panamá, la Taza de Oro, para conquistar a Santa Roja. Debe ser para nosotros nuestro deber rescatar el Colón que dejó de ser, por desidia nuestra, la taza de oro.