MARIELA SAGEL
El Siglo, 28 de febrero de 2011
Dos hechos se verificaron la semana pasada, que nos ilustran sobre la realidad panameña. Primero, la conmemoración del Día Internacional de la Lengua Materna, que desde el año 2000 se ha estado celebrando en el mundo por iniciativa de la UNESCO, que busca promover el multilingüismo, especialmente en sociedades como la nuestra, que son un crisol de culturas.
Esta fecha fue conmemorada por la Fundación Nuestra Lengua en la Universidad Latina, donde se hizo un reconocimiento a las lenguas y los diversos alfabetos de los pueblos indígenas de Panamá. Hubo explicaciones lingüísticas, traducciones científicas de las diferentes lenguas, presentaciones culturales con diferentes instrumentos musicales y la culminación fue la interpretación de una canción de cuna kuna de la artista panameña Yomira John. El acto fue una gran simbiosis de lenguas y grupos étnicos, representando la riqueza del país.
Todo esto acontecía mientras se preparaban marchas, protestas y concentraciones por parte de estos mismos pueblos indígenas que ven afectadas las tierras donde se asientan sus comarcas por las reformas al Código Minero.
Al día siguiente, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) realizó la presentación del Informe Mundial de Desarrollo Humano 2010, donde retrata el Panamá que somos: un país rico con 32% de pobreza. Por nuestro Producto Interno Bruto tenemos diferencias abismales con los países vecinos, pero dentro de nosotros mismos persiste la desigualdad. Es decir, unos pocos tienen ingresos mensuales superiores a los mil dólares, y 420 mil sobreviven con un ingreso diario de menos de un dólar.
La Directora del PNUD fue categórica al manifestar que ‘la pobreza es intolerable en un país de tanta abundancia’. Tal como señaló, la solución a los problemas sociales es la educación, a fin de que existan más oportunidades para los que menos tienen.
Hoy que empieza un nuevo año lectivo, tanto los padres como los profesores, autoridades, comunicadores y todos debemos plantearnos la urgencia que tenemos en este país lleno de riquezas para algunos, el saber cómo distribuirlas y enfocar nuestros esfuerzos en la educación, en cómo mejorarla, cómo actualizarla, cómo modernizarla, pero no con pintar bancas o remozar escuelas, sino desde los mismos cimientos, para que no se vayan creando estas diferencias abismales y también se incorporen a las poblaciones indígenas al desarrollo, pero no imponiendo leyes que beneficien a los extranjeros, sino que reviertan en el crecimiento cultural de los que habitan ese entorno.