Lunes 10 de agosto de 2015
Me ha alarmado la intención de derrumbar el edificio de YMCA de Balboa.
Un edificio sólidamente construido por el Ejército de los Estados Unidos en la antigua Zona del Canal, de ese estilo, mitad militarista mitad ‘art déco’, que desde 2010 fungía como sede del Consejo Nacional de Ética, parte de la mesa de concertación que fuera uno de los compromisos incumplidos del gobierno pasado.
Anteriormente, las palas demoledoras le han caído a edificios tan importantes e icónicos como el Chertefield, en la avenida Frangipani, la antigua embajada de los Estados Unidos (en la avenida Balboa, al lado del Hospital Santo Tomás), el del antiguo Casino en el barrio de Perejil y varias casas del barrio de Bella Vista y ¿qué han dejado?
Solares baldíos que acumulan agua y son criaderos de mosquitos transmisores de dengue y quién sabe cuántas plagas más.
Mientras tanto el Hospital Oncológico dice que no se muda a la Ciudad Hospitalaria y el Laboratorio Conmemorativo Gorgas tampoco.
Ambas instituciones cumplen una labor incalcula- ble y están en estado calamitoso.
Se anuncia que en el solar del YMCA van a construir un centro comercial o ‘mall’.
Debería llamarse ‘mal’ pues nos hace mucho daño no rescatar estructuras viejas, como la fachada del Teatro Bella Vista, que bien pudo ser la entrada del fastuoso edificio que van a construir allí.
No puede haber creatividad en un medio donde reina la mediocridad.
Mis colegas piensan que solamente con acero y vidrio es que una ciudad refleja crecimiento, pero cuán equivocados están.
Recientemente se conoció que el Gobierno de Italia ha destinado 18.5 millones de euros a devolver la arena al Coliseo de Roma, monumento que tiene varios siglos y está en ruinas, pero que sigue siendo admirado y respetado, como se respeta la historia de los países.
Debemos emprender una gran cruzada para impedir esta y otras demoliciones. Incentivar el ingenio para se conserven las fachadas y dentro tengan los usos más variados pero sin dañar el frente.