Traje a la medida
Domingo 3 de mayo de 2015
«A estas alturas, después de casi un año de una nueva Asamblea y un nuevo Gobierno.»
Las últimas andanzas de los llamados padres de la patria han llamado la atención por lo revelador y escandaloso de las actitudes que han asumidos algunos de ellos (y ellas). Se trató, en los estertores del segundo período ordinario de la Asamblea Nacional, de modificar la llamada ley blindaje, esa que se diseñó como un traje a la medida el presidente anterior, en primera instancia para que no lo juzgaran a él —ya andaba en vainas cuando se estaba protegiendo a sí mismo— y como de estos ‘Pater Patriae’ uno debe ejercer siempre la práctica de ‘piensa mal y acertarás’, se fueron arropando rápidamente en ella para sus propio beneficio. Esa ley, del 2012, no solo debe ser derogada, sino declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia, pero como los órganos de este sufrido Estado funcionan al son que les toquen y de acuerdo al que pague la fiesta ni uno ni lo otro se ha conseguido.
Para entender un poco el porqué se les llama padres de la patria y lo desacertado de atribuirles ese nombre, hay que entender que un verdadero padre (o madre) de la patria es un líder considerado clave, cuya biografía se mitifica para convertirla en fuente de inspiración patriótica, intensificando sus rasgos simbólicos, heroicos y de autoridad, tanto política como moral. Si esta descripción les calza a algunos de los actuales diputados, urge que me envíen a quién para corregir mi impresión, pero es muy probable que a ninguno le llegue ni de cerca. Anteriormente esta elites parlamentarias estaban configuradas por verdaderos ejemplos de políticos comprometidos con el país y el ejercicio de la práctica política, que en sí es la más noble, pero que se ha ido degradando al punto que es casi una palabra obscena hoy día mencionarla.
Sumando todas las prebendas, beneficios y concesiones que tienen estos señores que trabajan 3 días a la semana, cobran como ejecutivos de transnacionales y se comportan como los más lúmpenes de los lúmpenes, bien podríamos estar hablando de otro Programa de Ayuda Nacional en asalto. A lo mejor aquí se podría aplicar muy bien lo que recientemente tuiteó el poeta Pedro Rivera, que para rescatar al PRD había que matarlo. Estando totalmente de acuerdo con el poeta en lo respectivo al partido, yo añadiría que para mejorar el comportamiento de los diputados habría que cerrar la Asamblea.
La Ley 55 de 2012 modificaba y adicionaba al Código Procesal Penal artículos que le dan protección a los/las diputados/as para que no sean juzgados mientras no exista una prueba sumaria, pero como ese galimatías solo lo entienden los abogados, y de esos tenemos en exceso, me referiré a esta prueba como la que tiene la característica de presentar la existencia de un hecho, pero que no ha sido discutida por la parte contraria, a diferencia de la plena prueba, que sí ha debido ser discutida por la otra parte de un proceso. Por eso los abogados de Martinelli, maestros en el arte de jinetear recursos —como el jinetea el dinero de sus clientes en sus negocios privados— se montan en un trapecio y como en el mejor circo del mundo, van uniendo uno con el siguiente, llevándonos a todos al camino sin fin donde no pasa nada.
A estas alturas, después de casi un año de una nueva Asamblea y un nuevo Gobierno, las expectativas y esperanzas deben andar por el suelo, porque las intenciones de adecentar, mejorar la imagen de la Asamblea y de sus miembros, se tiran a diario por la borda. Habría que hacer un juego y patentarlo para que se llame ‘yo quiero ser diputado’, para tratar de entender quién en su sano juicio y bajo el manto del colectivo que sea, o como independiente, quiera llegar a llamarse ‘padre de la patria’, que ha empezado a ser sinónimo de lo más bajo a lo que un panameño pueda aspirar.