Mariela Sagel
El Siglo, 3 de febrero de 2014
Varias voces, y de muy connotadas personalidades, –algunos ex directores de la Junta Directiva del Canal de Panamá–, han alzado sus voces por las recientes designaciones del Presidente para reemplazar a los tres miembros a quienes se les terminó su término en esa importante entidad asesora de la Administración de nuestro principal recurso. Y es que como siempre, al Presidente le entró un caprichito por nombrar amiguitos en puestos que afectan a toda la población –como ha sido la Corte Suprema, el Tribunal Electoral, la Fiscalía Electoral y por poco el Arzobispado – y en el caso particular que nos ocupa, a todo el mundo, ya que el Canal presta servicio a nivel mundial.
Celebro que por fin se haya considerado a una mujer para que integre esta directiva, tan cerrada en los últimos años, como si fuera una logia donde solamente podían ingresar los hombres, pero mujeres que pueden representarnos con altura y con ejemplares trayectorias hay muchas: la Ing. Marcela Paredes de Vásquez, que recién dejó la Rectoría de la Universidad Tecnológica, donde realizó una gestión impecable. También se quejan de que ahora solamente hay un abogado, cuando siempre y en todos lados, son los que más abundan. De abogadas hay muchas destacadas, algunas especialistas en temas canaleros, que no tienen compromisos políticos y que de igual forma dejarían en alto el nombre de la profesional mujer panameña.
No recuerdo que al darse nombramientos anteriores para la directiva del Canal haya habido tantos cuestionamientos, ni siquiera cuando se designó al hoy famoso publicista Boli Bárcenas, que lleva a cabo contra viento y las mareas del Causeway un millonario proyecto en esa área, cuyo estudio de impacto ambiental está siendo abiertamente cuestionado. Es bueno que la sociedad despierte y deje de ser complaciente ante los desmanes a los que nos han sometido. Es el Canal, el dólar y la democracia, como dice Fernando Aramburú, lo que une a los panameños. Y fue el Canal el que aglutinó desde los años ’70 a este pueblo, que parece que necesita un remezón para que se queje. En 1987 fueron las declaraciones de Díaz Herrera, pero ahora como que estamos a la espera de algún otro loco que se zafe y empiece a cantar.
No dudo que Alberto Vallarino llene el perfil, quizá se anime a devolver al pueblo los siete millones que el estado se gastó en los planos de la caprichosa tusa que quiso construir en la Cinta Costera. Pero los otros, ¿qué vela tienen en este entierro?