Siguiendo con el tema de cultura y turismo, he tenido la oportunidad de vivir la delirante actividad que se desarrolla en Montreal, Canadá, en época de verano, entre otras, el festival de jazz, que este año cumplió su aniversario número 30. Del 30 de junio al 12 de julio la ciudad se ha volcado en actividades que se realizan al aire libre, desde el mediodía hasta pasada la medianoche.
Bandas de todas partes del mundo y figuras legendarias como Stevie Wonder, Wynston Marsalis, John Pizzarelli, los Van Van de Cuba, Jazzing Flamenco, Al Di Meola, Chucho Valdés y Tony Bennett, entre muchos otros, fueron el gran atractivo de una ciudad que tiene dos estaciones: la de invierno y la de construcción.
Aparte del delirio que se apodera de Montreal en estos días, los hoteles, mobiliario urbano (avisos en las paradas de buses), restaurantes, tiendas y demás se han hecho eco de tan singular evento. Los escaparates están decorados con el tema del festival, que este año tiene un logo más que atractivo y el merchandising aprovecha hasta el último recurso para dejar su sello inolvidable, de los que propios y ajenos no se pueden excluir.
De las cosas más interesantes que encontré en este revival que tiene a Montreal de escenario es el auspicio de entidades, tanto públicas como privadas, que no solamente brindan su patrocinio sino que montan sendos escenarios para que las bandas y artistas se presenten. Rio Tinto Alcan (empresa de aluminio), Bell, GM (al borde de la quiebra), SAQ (la versión pública del Felipe Motta de acá), TD Bank y Loto Quebec son apenas algunas de las responsables de la divulgación y puesta en escena del festival. En cada hotel, en cada restaurante, en cada esquina está el programa para que nadie quede exento de contaminarse con la música magistral y los sonidos del jazz. La mayoría de las presentaciones son gratuitas y hay cafés instalados en la Place des Arts para que, además de un evento musical, se convierta en un punto de encuentro y un destino familiar, como lo pueden ser los malls en nuestra versión criolla.
En los últimos años se ha hecho un gran esfuerzo por celebrar en Panamá un festival parecido y el mérito se le debe indiscutiblemente a Danilo Pérez. Entiendo que el jueves 9 de julio participó este insigne músico en una reunión en la Biblioteca Nacional, donde se elevó a debate el tema de la integración de las actividades culturales con las turísticas. Es probable que no me entere de los resultados antes que mande este artículo pero estoy segura que por la calidad de los participantes, la idea de complementar sin subordinar va por buen camino, tal como he tratado de aportar en mis dos artículos anteriores.
Pero no todo es música en esta ciudad, también hay competencia de fuegos artificiales, festival de la risa, festival de cine, y todos permean no solo a los visitantes sino a los habitantes y estudiantes, familias y hasta mascotas. La municipalidad entiende lo de “ser cultos para ser libres” como señaló José Martí. La organización de eventos como puede ser la Feria Internacional del Libro no significa, como en nuestro país, un evento de un grupo de intelectuales o cretinos que leemos, sino una oportunidad para proyectarse al mundo entero y ofrecer entretenimiento sano y edificante a los residentes y visitantes. En vísperas de la gran fiesta cultural que se celebrará del 19 al 23 de agosto, adoptemos con orgullo “Todos a leer” para que seamos parte de esa gran masa de panameños que queremos avanzar hacia ser un pueblo educado y también libre.