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UN NOVELISTA ARROLLADOR

Por Mariela Sagel, Facetas, 25 de diciembre de 2016

A pesar de no ser el único “rock star” de la última FIL,  Arturo Pérez Reverte tuvo la mejor presentación, más cálida y con muchas risas de los presentes que cualquiera que pretendiera pisarle los talones. El recinto estaba abarrotado y Pilar Reyes, su editora, con esa elegancia que la caracteriza, hizo una magistral introducción a la novela Falcó, empezando por decir que “Arturo Pérez Reverte le ha dado a la literatura una obra rica, ambiciosa y muy popular.  Una obra que crea una complicidad gozosa entre la novela y el lector.  Desde el Club Dumas, en 1993, se ha convertido en el escritor más leído en España, un escritor que desde entonces no ha dejado de escribir y de recibir el favor del público libro a libro.  Arturo Pérez Reverte le ha dado a la literatura algunos personajes que consiguen la curiosa hazaña de parecer seres reales.  Es algo misterioso y que pocos autores logran, que un personaje de palabra tenga el mismo espesor que una persona de carne y hueso.  Uno tiende a creer que Diego Alatriste es un personaje histórico, que lo ven en la Taberna del Turco sentado con Quevedo en el Madrid de los Austrias.  O Teresa Mendoza, la formidable Reina del Sur, cuya versión reencarnada recientemente en una serie enamoró a más de uno.  El poder de la ficción revertiana es tal que a su lado la realidad palidece.  La novela que hoy presentamos es de esa estirpe y celebramos con su aparición no solo el acontecimiento literario que cada obra del autor supone sino la bienvenida a la inmortalidad de la ficción de su protagonista”.

Su contertulio en esta gala de la palabra fue el escritor mexicano Elmer Mendoza, su carnal, según ambos conspiradores, a quien conoció cuando estaba investigando los vericuetos de los narcos en Culiacán, Sinaloa, y quien mejor ha entendido el mundo revertiano.

LORENZO FALCÓ, EL NUEVO PERSONAJE REVERTIANO

Con apenas un par de semanas de haberse publicado, el libro era el más demandado en su momento.  Era su regreso después de Hombres Buenos, su novela anterior, que relataba la aventura de dos académicos tras una edición de la Encyclopédie de D’Alembert y Diderot en el siglo XVIII.  Lorenzo Falcó es un personaje de los años 30 que, según el escritor, es muy típico de su territorio, poblado de espías, torturadores, malhechores e inescrupulosos.  Contrario de Alatriste, el personaje de sus siete novelas que ahora han sido reunidas en “Todo Alatriste”, que es un mercenario, mata por dinero pero tiene principios, códigos éticos y morales, Falcó es un sinvergüenza desde pequeño.  Es el típico tipo que te quita la novia, te roba el dinero, te engaña, te utiliza, pero al mismo tiempo es tan simpático que te cae bien, todas las mujeres quisieran, por lo menos, irse a bailar con él y los hombres tomarse una copa.  Es un asesino, un doble espía y doble agente, carente de escrúpulos, pero también es elegante, guapísimo, encantador.

Dice Pérez Reverte que lo ubicó en los años 30 porque cuando escribió El tango de la guardia vieja se le quedaron colgando un montón de flecos, temas de modas, de copas, de glamour, y como no quería escribir otra novela de espías –pues los de ahora son muy vulgares, tienen teléfonos celulares, drones, GPS – rescató aquellos ingredientes que en esos años todavía se usaban.  En ella encontramos trenes lujosos, mujeres misteriosas, lugares sórdidos, fascismo, comunismo, socialismo, y una Europa entre guerras que presentaba el ambiente ideal para ubicar a su lobo en un territorio de caza, porque Falcó para su autor es un lobo de caza.

En la amena conversación que sostuvieron esos dos carnales delante de un público entusiasta, Mendoza recordó una frase en la que sugiere que a las mujeres les interesan los hombres guapos, pero prefieren irse a la cama con los canallas.  Don Arturo, con esa simpatía que desborda, recordó que de joven era muy caballeroso con las chicas, les abría las puertas, les pedía permiso para besarlas y en el camino se dio cuenta que estaba equivocado.  De allí que en cada personaje hay algo de cada autor, aunque lo nieguen.

Pérez Reverte explicó que toda novela tiene una arquitectura: se quiere contar una historia y que la misma sea eficaz.  Entonces busca los personajes, las escenas.  Por eso situó Falcó en Salamanca, que era el cuartel general de los franquistas, en Cartagena que estaba llena de republicanos y de paso se los llevó a Portugal.  Recordó que la ventaja que tenemos los lectores –y en ese recinto todos lo éramos –es que vamos a un lugar y podemos ver allí a personajes de la historia.  Eso brinda la lectura, el poder proyectar lo que has leído, es algo extraordinario.

Aunque ha reiterado una y otra vez que no es una novela de la Guerra civil española, está situada en ella y Falcó es un doble agente para la liberación de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange.  En todas las guerras hay gente de un lado y del otro, y quienes por hacer negocios están del lado que les convenga, del que les dé de comer.  Aunque no vivió en esa época, tiene recuerdos de cómo su padre, en los años cincuenta encendía un cigarrillo, o cruzaba las piernas para que no se le estropeara la raya del pantalón.  O su madre vistiéndose para salir, poniéndose esas medias que tenían una costura atrás, prendiéndose un broche.  Todas esas actitudes lo marcaron.  Así que tenía información muy valiosa, primaria, a la que había que agregarle el corpus, que también estuvo conformado por los viajes, los libros, las experiencias.  En el caso de su familia, su padre era un joven de buena familia que luchó, junto a su hermano, del lado de los republicanos mientras que su suegro, que era de izquierda, defendía a Franco.  La guerra civil fue un azar, una ruleta.

El autor de Falcó la considera una novela policíaca canónica.  Es seca, tiene diálogos muy cortos, es directa, sin muchas arandelas, ágil, rápida. No es como El tango de la guardia vieja.  El sombrero que usa Falcó y que aparece en la portada, es su sello y la forma en que lo lleva también lo distingue.  Pérez Reverte necesitaba sembrar en el lector ciertas cositas –en sus propias palabras—de forma inconsciente, que despertaran en su cabeza recuerdos, ecos, como por ejemplo, un piano, un pianista negro y un bar y seguro que se imaginaba Casablanca.  De allí el énfasis que hizo de la descripción de la ropa, del reloj de marca, de la colonia que usa Lorenzo Falcó.

SOBRE LOS TIPOS DE ESCRITORES

Ambos carnales se enfrascaron en una explicación sobre los tipos de escritores que hay: el recolector, que tiene sus archivos y sus novelas giran en ese mundo.  Eso ha dado cronistas buenos.  Pero hay otro tipo de escritor, que es el cazador, a quien el territorio que conoce no le basta por razones genéticas y biológicas.  Necesita más y va a por eso.  Ese cazador sale de su territorio, a veces no vuelve pero cuando lo hace tiene cosas que contar y esas cosas todo el mundo quiere escucharlas.  Él se considera un cazador, Elmer Mendoza una especie mixta.  Cuando un novelista habla de violencia y la describe y no la ha vivido se le nota.  Pero cuando la conoce y escribe sobre ella, también se nota.

Los ambientes en que se desenvuelve Falcó tienen mecanismos que los hacen facilitadores sociales, como el alcohol y el tabaco. Y Lorenzo Falcó lo sabe y los utiliza muy bien.

SOBRE LAS MUJERES

Últimamente ha habido todo un debate, a veces controversial, en torno a si Pérez Reverte es un machista.  Él resalta que en sus novelas siempre hay mujeres potentes, fuertes y en Falcó no hay excepción.  En la época en que la sitúa, la  II República había liberado a la mujer, le había devuelto sus derechos, se había terminado la sumisión y colocado en el lugar que les correspondía.  Y el franquismo las devolvió otra vez a la cocina, a la iglesia, el confesionario, a cuidar a los hijos y atender la casa.  Eva Rengel, una de las protagonistas, encarna el tipo de mujer fuerte que a él le gusta y admira y a pesar de eso, tiene muchos rollos con las feministas radicales, esas que dicen que no se debe comer miel de abeja porque proviene de una mujer explotada.  Para él, que tiene una hija mujer, las féminas tenemos una capacidad de soportar el dolor mayor que los hombres, el horror de la vida de manera más intensa y fuerte y nos respeta. El hombre es de impacto y la mujer más de fondo.  Falcó en cambio, es un depredador, para quien las mujeres son hembras, él caza mujeres y por eso, cuando reconoce a una mujer igual de peligrosa o poderosa, cambia su actitud.  Y en un mundo de corderos, como es éste, al final uno acaba teniendo simpatías por los lobos. Y enfatiza que hasta las mujeres tontas tienen una lucidez genética que ellas mismas no saben que la tienen.

Para reconstruir toda la trama de las claves de inteligencia y espionaje tuvo que leer mucho, investigar otro montón.  Con eso no pretende contar la guerra civil, es simplemente un escenario donde ha puesto su novela.  Una época donde los términos nazismo, socialismo, comunismo, anarquismo no tenían la mala prensa que hoy tienen y que había gente honrada que pensaba que algunos de esos términos eran la solución a los problemas.  No se habían conocido los Gulags, ni Auschwitz o Treblinka, nada de esos horrores.  Había esperanzas, gente que luchaba, que moría, que mataba, que se sacrificaba pensando que iba a cambiar el mundo para bien.  Ahora no hay esperanzas.

Como la trama de la novela gira alrededor de liberar a Primo de Rivera, reitera que son detalles de fondo, sin profundizar en ellos.  Contrario a Franco, a Hitler que era un sicópata y un gánster, a Mussolini que era un payaso, José Antonio era ilustrado, culto, abogado, hablaba idiomas y a veces Pérez Reverte se pregunta qué hubiera pasado si ese tipo de fascismo hubiera llegado a desplegarse en Europa.  Falcó, por el contrario, es un aventurero, un hombre al que le disparan pero que no lo matan, le gusta la adrenalina, esa sensación de soledad, de caminar por la vida sin compromisos.  Solamente anda con su tubo de aspirinas (sufría de dolores de cabeza permanentes), su cápsula de cianuro, un tipo de héroe despojado de todas las ataduras.  Todos sus personajes tienen ataduras morales, ideológicas y a éste le ha gustado plantearlo así.  Dice que se lo ha pasado tan bien que ya va por el segundo libro de Falcó, llevándolo a Sevilla y a Tánger.  Por eso dejó el final abierto.

SOBRE LA INCULTURA Y LA FALTA DE LECTURA

Pérez Reverte, escritor, periodista de guerra, lector, no desaprovechó su estreno en la FIL para reiterar que el que ahora es inculto es porque quiere, ya que tanta tecnología a la que uno puede acceder pone la información sobre la mesa.  Y no se imagina a alguien que no lea, que no esté rodeado de libros.  Para él, un académico de la RAE, la lengua es una patria formidable, y en el caso del castellano es un vínculo que hermana y une.

Al referirse a su libro dijo: “Cuando veo el producto de la eficacia narrativa, resumido en tinta y papel y una excelente editora, me siento satisfecho.  No es un arte, es un oficio, una artesanía, muy noble, pero es oficio.  Lo que el escritor debe hacer es transmitir lo que lleva en la cabeza, situarlo en la escena que está narrando.  Vivir con él vidas que jamás pudiera tener si no te leyera.  Ayudarlo a que entienda más el mundo, que entienda mejor la vida.  Y me pregunto muchas veces, cómo hacen los imbéciles que no leen para soportar el dolor, la soledad, el fracaso, la muerte, los reveses de la vida.  La pérdida de seres queridos.  Cómo hacen, con qué se consuelan, con qué interpretan el mundo, qué mecanismo utilizan para sobrevivir sin leer.  Porque cuando he tenido momentos difíciles, no hubiera podido sobreponerme sin tener libros a mi lado, me suicidaría o saldría a la calle a matar gentes.  El libro es todo, es consuelo”.

Falcó, la última novela de Arturo Pérez Reverte es impecable literariamente y es un disfrute leerla.