Un patrimonio en peligro: EL CASCO ANTIGUO DE PANAMÁ
25 de julio de 2010
En el año 1997 el Casco Antiguo de la ciudad de Panamá fue declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad por la UNESCO (siglas en inglés de la Oficina de las Naciones Unidas para la Educación, las Ciencias y la Cultura). Este asentamiento fue el segundo constituido como capital de la república y fundado en 1673, posterior a la destrucción por enfermedades y ataques de piratas que sufriera lo que se conoce hoy como Panamá La Vieja.
Ambos conjuntos históricos y monumentales están ahora mismo en peligro de perder la categoría de Patrimonio de la Humanidad por razones muy diversas, pero que afectarían enormemente tanto la imagen del país como atractivo tanto turístico como histórico. Este hecho, además, dejaría muy mal al gobierno por su falta de coherencia y supondría un deshonor para todos los panameños.
Panamá La Vieja está en esa cuerda floja por diversas afectaciones externas provocadas por el lógico deterioro y una aguda falta de presupuesto que se combinan para sabotear la diligente preservación que lleva a cabo su patronato. El Casco Antiguo ha sido llevado a esa situación por la violación a las normas establecidas, tanto de parte de las autoridades como de particulares y los mismos propietarios que dañan los inmuebles o le restan autenticidad. Toda esa maraña de cables, tragantes, carteles, invasiones, así como la acción inmisericorde de las pandillas y depredadores de cuello y corbata lo han llevado a una situación que debe avergonzarnos como panameños responsables, cuando lo que deberíamos es estar orgullosos de contar con una joya arquitectónica e histórica como ésa.
La culpa no la tiene una sola entidad sino la malversación en la dirección de varias que no se ponen de acuerdo y no tienen una visión coherente hacia dónde ir. Inicialmente se constituyó la Oficina del Casco Antiguo, que dependía del Ministerio de la Presidencia, pero que ahora ha pasado a la Dirección del Instituto Nacional de Cultura (INAC). Inciden también en las decisiones la Dirección de Patrimonio Histórico (dependencia del INAC) y el Municipio de Panamá, a través de la Dirección de Ingeniería Municipal. Existe tal zaperoco en la aprobación de lo que debe ir y lo que no –además de serios indicios de corrupción de funcionarios pasados y actuales, y el usufructo de las posiciones decisivas por parte de los menos competentes— que ha colocado algo que nos debería enorgullecer al borde de la categorización de ‘sitios en peligro’, donde no va a haber inversión y que sumará aún más al desprestigio del país.
Este sitio histórico, que visitan muchos turistas como parte de la lista que la UNESCO ha catalogado como ‘World Heritage Sites’ (lugares de herencia mundial), sitios que hay visitar antes de morir, atrae a miles de personas anualmente que se dedican a recorrer estos conjuntos.
Son varias las edificaciones que ponen en peligro un patrimonio de todos los panameños que se gestó con mucho esfuerzo, fue escenario de las luchas sociales y nacionalistas que determinaron nuestro rumbo como nación, y que a través de las diversas gestiones, ha ido perdiendo impulso y prioridad: el PH Independencia, cuyas referencias históricas no le permiten excederse más de tres a cuatro niveles, y ya va por 11. Este polémico inmueble está ahora mismo paralizado por todas las demandas y contrademandas que le han puesto los arquitectos restauradores que se mantienen vigilantes en preservar el legado de nuestra segunda ciudad histórica, pero no debe sorprendernos que algún iluminado le dé por levantarle esa alarma y siga alcanzando su objetivo de deslucir nuestra herencia cultural.
Al Hotel Central, otro emblemático inmueble que fue construido en 1880, se le ha derrumbado en dos ocasiones una de sus paredes y se tratado de esconder uno o dos niveles dentro de una disfrazada mansarda. El antiguo Club Unión, que fuera posteriormente el Club de Clases y Tropas, y que ha sido objeto de varios intentos de restauración, ahora mismo corre peligro de que se remodele como un adefesio más con que se disfraza lo ‘avant garde’ en nuestro país. Menciono estos como de muestra, tres botones.
Cuando la UNESCO puso los ojos en el Casco Antiguo lo hizo confiando en que el gobierno, sea el que fuera, se mantendría vigilante para que se cumplieran estas normas; lo hizo creyendo en que las autoridades locales se esforzarían en rescatar aquello que caracterizó una época de nuestra historia patria. Por encrucijadas parecidas han pasado otros países, como Egipto, que vio amenazadas sus pirámides por el proyecto de la construcción de una vía en las cercanías y ante eso, el gobierno de aquel país tomó partido a favor del valor histórico y el atractivo que el sitio representaba y cambió el recorrido trazado, lo que le causó un enorme desembolso, pero le permitió conservar su tesoro. Igual e imaginario lo hace el escritor Juan David Morgan, en su libro ‘El Silencio de Gaudí’, al novelar el trazado del tren AVE por debajo de la Sagrada Familia, iglesia inacabada de Antoni Gaudí, el arquitecto catalán, en Barcelona, en una historia de espionaje, intrigas clericales y el enamoramiento entre un cura y la arquitecta a cargo de la obra.
Perder la categoría de Patrimonio de la Humanidad para el Casco Antiguo, así como para Panamá La Vieja, sería una vergüenza nacional y un desprestigio internacional. Leyes y reglamentaciones sobran para que se siga el plan maestro concebido inicialmente y que ha sido dejado a un lado en estos 13 años desde que se logró tan ansiado reconocimiento.
¿Queremos un país de plástico o uno que ofrezca tanto atractivos históricos como riquezas naturales, que combine lo moderno y donde respete lo antiguo? En manos de todos nosotros está esa decisión.
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