Una buena conmemoración
MARIELA SAGEL
La Estrella de Panamá, 12 de enero de 2014
El pasado 9 de Enero, cuando se conmemoraron los 50 años de la gesta patriótica que marcó el fin del revisionismo y nació, —como publicó acertadamente este diario en su editorial—, con invariable fuerza, la determinación de una soberanía plena, no quedó un solo panameño o extranjero que nos visitara sin que se enterara de lo que ocurrió y por qué ocurrió hace medio siglo.
Gracias a la ofrenda de esas vidas y las gestiones gubernamentales que en su momento se dieron, se inició lo que culminaría victoriosamente como el tratado del Canal y posteriormente, el control absoluto de nuestro mayor activo de país.
De los muchos actos que se organizaron en torno a este cincuentenario, que con reticencia el presiente decretó como Día de la Soberanía Nacional, destacan el organizado por el Movimiento por el Rescate de la Identidad Nacional, en la Biblioteca Nacional, que congregó una pléyade de personas a las que nos toca muy íntimamente el fervor patriótico y permitió incluso a estudiantes actuales del Instituto Nacional explicar la defenestración de la que están siendo víctimas por las autoridades educativas nacionales. Otra actividad fue la presentación del libro ‘9 de Enero, la novela’, de Andrés Villa, que narra sin rencor y con gran sentimiento los días anteriores y los posteriores a la gesta, ubicándolos en el contexto mundial. Un libro necesario en los actuales momentos en que la cátedra de Historia de las relaciones de Panamá con los Estados Unidos se ha visto abolida, como si se quisiera borrar, de un plumazo, todo nuestro pasado.
Otra conferencia que fue muy ilustrativa fue la sostenida en la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (APEDE), que contó con la intervención de los abogados Jorge Rubén Rosas y Eloy Alfaro y del institutor Rimsky Sucre, el primero, diputado en las fechas del acontecimiento y el segundo estudiante panameño en la escuela superior de Balboa, donde ocurrieron los hechos. Los tres aportaron, minuto a minuto lo que vivieron, desde diferentes escenarios, cada uno y lo que había en su entorno. En el caso del Dr. Rosas, las opiniones de los diputados y de los ministros sobre el rompimiento de las relaciones de Panamá con Estados Unidos, en el caso del Dr. Alfaro el sentimiento que prevalecía en los estudiantes gringos dentro de la escuela y la actitud de los profesores y superiores hacia el mandato de izar la bandera junto a la estadounidense.
El señor Sucre, que vivió en carne propia cada minuto y que ha sido responsable de muchas piezas que rescatan esos momentos, nos transportó a un Panamá de los años ‘60, cuando todavía se iba a las casas a tomar el almuerzo y después regresar a la escuela.
El Kolectivo volvió a pintar el mural en las paredes con tres capas de pintura gris de base, cortesía del Ministerio de Obras Públicas, y su acción fue objeto de toda clase de amenazas, tanto verbales —de la Directora del INAC —como con la presencia de unidades antimotines en el momento de la ejecución. No hay nada que impida que esos murales, que ensalzan las luchas libradas por los panameños por su soberanía, relaten en forma gráfica lo acontecido y las actitudes y acciones de las autoridades son temerarias.
Se culminó el día con un acto en lo que fue el escenario del enfrentamiento, la escuela de Balboa, que es hoy un centro de capacitación, donde se develó la bandera que originalmente fue rasgada y ensangrentada, y que ha sido restaurada. Ese evento, al cual asistieron muchas personas y se vio en las pantallas de televisión, rinde un sentido homenaje a esta fecha, que debe ser recordada, de ahora en adelante, por todos y todos los años.