Conciencia ciudadana
Domingo, 25 de octubre de 2009
Opinión, La Estrella de Panamá, 25 de Octubre de 2009
MARIELA SAGEL*
Mucho se señala que la ciudad capital cada día es más hostil. Que se ha perdido la cortesía y las buenas maneras en todo lo que respecta al prójimo: dar paso a los peatones, ceder el espacio a un auto que rebasa, levantarse cuando se está en la sala de espera y hay una persona que necesita sentarse. La semana pasada escribí sobre la necesidad de poner un tope a las horas que se cierran los bares –Ley Zanahoria— y hoy quiero complementar ese tema con el de la educación ciudadana de la que tanto carecemos.
En estos días, cuando se acerca el fin del año y se acrecientan las ansias de consumo y la presión nos lleva por el despeñadero de no dejar para el otro año lo que se puede comprar en éste, la ciudad se está volviendo un infierno. Por todos lados hay choques, hay reparaciones de calles, hay protestas y la agresión a las personas se hace más evidente en la medida que se den en días de pago, décimo y fines de semana. He presenciado casos inauditos de irrespeto por el prójimo: un carro de Cemex, en plena calle 53, tenía detenido el tráfico al mediodía del viernes, frente al World Trade Center, porque el conductor se antojó de comprar unas tarjetas prepago de celular. Los conductores de taxi se arriman donde les da la gana, causando muchas veces accidentes, pero los peatones también son imprudentes, porque no se dan cuenta de que solicitando un servicio de taxi, en una esquina o un sitio donde pueden causar un accidente, buscan lo que está quieto. Las acciones siempre son de dos vías: dando y recibiendo, o mejor dicho, una acción provoca una reacción.
Una gran parte de la mala educación ciudadana que desplegamos en las calles, en nuestros trabajos y en los lugares donde asistimos —léase restaurantes, conciertos, conferencias, etc.— proviene de lo que vemos en casa, de lo que nos enseñan en familia. De un hogar donde no exista el más mínimo respeto en la mesa, donde las reglas de urbanidad estén en recreo, no va a salir nada bueno puertas afuera. Los modales mínimos que se deben observar a la hora de comer son aguardar que todos estén servidos, empezar todos al mismo tiempo y de acabar, esperar que los demás terminen y, en caso de alguna emergencia, disculparse si se tiene uno que retirar antes que los demás. Para eso existen las palabras “ permiso ”, “ buen provecho ” y otras más. Y debe ser inaceptable sentarse con un teléfono celular a la mesa y mucho menos atender llamadas o chatear.
La crisis de educación y conciencia ciudadana se ve aún más agudizada en la carretera al interior, donde se ha convertido una práctica cada vez más desagradable y común que los hombres se estacionen en el hombro de la autopista y sin el más mínimo recato se dispongan a orinar a la vista de todos los que por allí transitan. Debe ejecutarse cuanto antes una ordenanza municipal que multe a estos asquerosos y groseros caballeros que ofrecen tan deplorable espectáculo.
Seguiré insistiendo en la creación de una conciencia ciudadana, sobre todo porque esa fue la campaña que rescató a una ciudad como Bogotá de ser agresiva, y convertirla en la elegante Santa Fe. El alcalde de la Ley Zanahoria llevó a cabo verdaderas campañas de concientización para que las personas bajaran sus niveles de agresividad, dieran paso a los peatones, cedieran el espacio a los autos y todo con mimos y payasos. Podríamos empezar, cada uno que lea esto, a evaluar cómo nos comportamos en casa, si respetamos a los que conviven con nosotros, si a la hora de sentarnos a la mesa guardamos la compostura necesaria y al conducir somos corteses. No hay que olvidar la máxima de Benito Juárez: “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Y esa paz empieza desde adentro de cada uno.