Opinión Panamá Publicado en La Estrella de Panamá

De cortesía elemental

Domingo, 1 de junio de 2014 – La Estrella de Panamá

Las redes sociales están llenas de caricaturas y refranes que pareciera que ahora nadie habla, nadie escucha

Mariela Sagel
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Posiblemente no sea ésta la primera vez que escribo sobre el tema, ni tampoco va a ser la penúltima o última, puesto que la costumbre ha venido en aumento y no le veo cura posible, a menos que le corten las manos a los usuarios. Me refiero a la grosería de estar todo el tiempo chateando, en todo lugar y a toda hora. No basta con que lo haga a solas, en tiempos de tedio o aburrimiento, o simplemente por comodidad. Parece algo compulsivo y lo he podido observar aún en personas mediana y altamente preparadas e inteligentes, que por reacción agarran el teléfono aunque estén ante la más grande y ponderada autoridad, sea cual fuere su especialidad.

Las redes sociales están llenas de caricaturas y refranes que pareciera que ahora nadie habla, nadie escucha, que todo el mundo parece concentrado en una pequeña pantallita que tiene a mano, pero que sin ella no puede pensar o funcionar. Lo vemos en los restaurantes, en los teatros, en los cines, conciertos y hasta en oficios religiosos. ¡Qué lejos están los tiempos en que uno llegaba a casa y preguntaba si alguien lo había llamado! Conozco altos ejecutivos que a pesar de tener el último modelo de teléfono inteligente, no configuran su correo electrónico ni el chat en él y así son más amables y se concentran más en lo que dicen y en lo que hacen, especialmente cuando están en público.

Panamá tiene una población de unos 3 millones de habitantes (¿tendremos que esperar al 2020 para saber cuántos somos ya que el censo del 2010 nunca ofreció esas cifras y la Contralora parece que va a salir impune de dar cuenta a esa interrogante?) y se calcula que por cada habitante hay 2.3 teléfonos celulares. Cuatro bandas de telefonía celular se disputan el mercado y ahora con la portabilidad numérica seguramente hay mucha migración de un lado para otro, puesto que puedes llevarte tu número para el proveedor que más te convenga.

La telefonía celular se está brindando con mucha diligencia desde el año 1996 gracias a la privatización de las telecomunicaciones y desde hace unos cuatro años para acá, los teléfonos inteligentes dominan el mercado. No es raro que las empleadas domésticas les chateen a sus patrones si van a ir a trabajar, o que los jefes le escriban a sus choferes que ya van saliendo.

Pero de eso a no poder desprenderse del teléfono ni para una ceremonia de premiación, una conferencia magistral o simplemente, compartir una comida, ver una película, obra de teatro o atender una reunión hay un gran trecho. Se convierte en una manía y la mayor, si no todas las veces, carente de la más elemental de las cortesías. Si ponemos atención a las personas que van a un restaurante, a veces vemos una pareja que se sienta, pide, come y se levanta y cada uno está concentrado en su teléfono inteligente. Conozco familias donde el jefe de casa le pide a todos los invitados, al sentarse en una mesa, que pongan sus teléfonos celulares en una bandeja y recién circuló por las redes una broma que preguntaba de qué lado iba el teléfono, si al lado del tenedor o del cuchillo.

Habría que revisar un poco las manías y los tics de cada uno. Puede que el tener que estar revisando un teléfono se haya convertido en uno de ellos. Estoy segura que si no tuviéramos uno a mano tanto las reuniones de trabajo como otro tipo de juntas durarían mucho menos que lo que actualmente duran ya que todo el mundo estaría impaciente de revisar su chat apenas terminan.

Qué lejanos están los días en que conversar era una delicia y despertarse para revisar su correo una impaciencia.