MARIELA SAGEL
[email protected]
La Estrella de Panamá, 6 de noviembre de 2011
El poder ejecutivo en este país está desenfocado. Se enfrasca en peleas estériles que no llevan a ningún lado, como tirando una cortina de humo, colocando los insultos en primer plano y anteponiendo la agenda de gobierno (que no es la misma que la de Estado), relegando los temas prioritarios, habiendo tanto por resolver como por aprovechar.
Panamá está experimentando un crecimiento de su economía que no deja de ser notorio para los extranjeros y es en beneficio —espero— de todos los panameños. En vez de tener esta cresta de la ola como el motivo principal en el cual enfocarse para gestionar la administración pública y brindar una seguridad para la inversión, sea local o extranjera, nos vemos empantanados en trifulcas de recámara (eso es lo que parecen los dimes y diretes entre los ex aliados), en escándalo tras escándalo y al final, nos entretenemos en saber si el vicepresidente dijo que la ministra encargada era de segunda, tercera o cuarta categoría.
La imagen del gobierno se ha relajado a tal punto que ya no se sabe si se asiste a un baile trasnochado de Halloween o hemos importado una triste caricatura de la fiesta de los muertos de México, que tanto respetan en ese orgulloso país. No se transpira gobernabilidad, seriedad y compromiso en el manejo de los urgentes problemas que tiene el país. A la par que se han emprendido importantes obras de infraestructura (algunas pendientes desde hace una década) las tuberías del IDAAN botan agua por meses y no hay forma que las repararen, erosionando la capa asfáltica de importantes vías, cuando en otras zonas ese líquido, que le dicen vital, escasea.
La forma en que se deslindan responsabilidades es atlética, se atribuye a que todas las protestas tienen motivos políticos y se le echa la culpa de todo a los medios de comunicación. El presidente dice que detrás de la huelga médica hay intenciones políticas, pero él no se despega de su delfín, su ungido para ser candidato a presidente en el 2014. Todo el tejemaneje del rompimiento de la alianza del Partido Panameñista y el del supermercado sí tiene motivos políticos, pero se insiste en atribuirle conflictos de negociados de tierras, demostrando que es un conflicto de intereses.
La improvisación y los paradigmas se han apoderado de los juicios de casi todos los generadores de opinión. El alcalde se la pasa peleando por hacer realidad las villas navideñas estilo Disney, implorándole a Dios que el ministro de Obras Públicas se las permita para afear la Cinta Costera, pero por otro lado no ha apoyado el Pabellón Infantil en la Feria del Libro, por el simple prurito que su antecesor hizo muchísimo por esa fiesta cultural anual.
La inmediatez se ha apoderado de todo. Los mensajes de Twitter han ido reemplazando los boletines de prensa y el trabajo de los relacionistas o secretarios de Prensa se ve deslucida por la incontinencia de mandar los resultados de una reunión de Gabinete por parte de los principales ejecutivos del gobierno. De allí viene la degeneración de la noticia y ya no se sabe si el vicepresidente se ‘monstroseó’ —como le escuché decir a una funcionaria— o la ministra encargada le metió cizaña al propósito que llevaba el señor Varela asistiendo al Gabinete. Debe ser muy incómodo estar en una de esas reuniones, seguramente el aire puede cortarse con una Victorinox.
Hay que enfocar la atención en lo realmente importante y lo urgente, nos pasamos entretenidos con las peleas públicas y mientras tanto, nuestra juventud ve esos ejemplos como algo edificante, recibiendo el mensaje incorrecto para después quererlo emular. El Ejecutivo debe llevar adelante su visión de país, asegurando el auge que se vive y dejar de empantanarse en un patio limoso.