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DESPIDIÉNDOME DE TÜRKIYE

Por Mariela Sagel, El Siglo de Panamá, 5 de agosto de 2024

     Estoy en el proceso de empacar mis cosas y regresar a Panamá, después de vivir en este maravilloso país euroasiático por cuatro años.  Llegué a inicios de la pandemia de la COVID-19 (que aquí fue muy bien manejada) y me tocó estar presente en acontecimientos irrepetibles en el tiempo:  el inicio del conflicto ruso-ucraniano (que aún sigue), los tres primeros Antalya Diplomacy Forum (ADF), los devastadores terremotos de febrero 2023, las elecciones generales, el centenario de la república(que no tuvo la relevancia que se esperaba por el golpe mortal que sufrió el país a causa de los terremotos), el conflicto israelí-palestino, en fin, he estado en el ojo de la tormenta, tanto geográfica como políticamente.

     Durante todo este tiempo he logrado posicionar a Panamá no como un país centroamericano donde hay un canal, sino como una nación orgullosa de su historia (tenemos un parque Tratados Torrijos Carter), de su cultura (música, cinematografía, arte, artesanías), de su biodiversidad (tenemos un pabellón de mariposas en Konya) y se abrieron las puertas para que estudiantes panameños cursen estudios aquí, en diferentes disciplinas, pero, sobre todo, en maestría en derecho marítimo, tan necesario en nuestro país.

     Por primera vez un canciller turco visitó Panamá (en 2022) y nuestra canciller vino a Türkiye (lo hizo en dos ocasiones, la segunda para ser la única canciller latinoamericana que asistió al ADF y presidió el panel sobre América Latina). Durante ese importante evento, sostuvimos más de 10 reuniones bilaterales con países con los que poco interactuamos, pidiéndoles el voto para el Consejo de Seguridad, lo que conseguimos en mayo pasado.

     El trabajo ha sido intenso, y todavía quedan muchas cosas por hacer.  De dos frecuencias a la semana de vuelos directos de Turkish Airlines, ahora son 11 semanales. Y organizamos jornadas de negocios con la Zona Libre de Colón, y con ProPanamá, no solo aquí sino en Azerbaiyán, donde también era embajadora.

     Toca mantener este nivel de intercambio y acrecentarlo, con ambos países.  Türkiye ya no es “el hombre enfermo de Europa” (como se le llamó en las finales del Imperio Otomano) sino una potencia con alto nivel tecnológico, contratistas de gran reputación y, sobre todo, una rica historia en la que vale la pena sumergirse para entender a cabalidad el desarrollo de la civilización.

     Gûle Güle Türkiye.