el engaño y la ficción de la leyenda negra
Por Mariela Sagel, Vida y cultura, La Estrella de Panamá, 1 de septiembre de 2019
Nuestra independencia de Colombia, o más comúnmente conocida como “separación” ha sido motivo de varios argumentos en pro y en contra y alrededor de la cual se ha tejido toda una leyenda negra. Si bien el término “leyenda” es definido como “Narración popular que cuenta un hecho real o fabuloso adornado con elementos fantásticos o maravillosos del folclore, que en su origen se transmite de forma oral”, al agregársele el adjetivo negra es una “Relación de acontecimientos reales sucedidos en un período de la historia de un país, de una familia o de la vida de una persona e interpretados de forma negativa”.
En 1972 el recordado abogado y canciller, Julio Linares, en un discurso que pronunció ante grupos cívicos aseveró: “No he pretendido destruir una leyenda negra que comenzó a forjarse desde los días del nacimiento de nuestra República, por cuanto tal pretensión es imposible de satisfacer con una sola intervención. Pero si mis palabras producen el efecto de interesar a mis oyentes en el tema tratado y en la divulgación, sobre todo, de los juicios aquí expuestos, si mis palabras logran que nuestros historiadores y que nuestro gobierno una esfuerzos para que salga cuanto antes a la luz pública el libro que destruya para siempre esa leyenda, satisfecho me retiraré de esta tribuna, plenamente convencido de haber cumplido con un deber patriótico”. Y ha sido su hijo primogénito, Julio Linares Franco al que le ha tocado abordar este tema, con rigurosidad bibliográfica y tomando en cuenta las publicaciones que existen en torno a la mentada leyenda negra de que fuimos un país creado por los gringos.
El libro, “La leyenda negra: engaño y ficción” fue inicialmente publicado y presentado en la Feria Internacional del Libro de 2014 y en la última FIL, realizada el mes de agosto que acaba de finalizar, el autor estuvo firmando y conversando sobre el mismo texto, un ensayo magistral que va por su tercera edición.
Me comentaba el autor que la primera edición la presentó en conmemoración del centenario de la inauguración del Canal de Panamá, aunque hubiera querido publicarla antes. Le tomó cinco años compilar la valiosa información que allí se encuentra. En cinco meses se agotó la edición por lo sacó una segunda edición, con un papel más amigable para la lectura (el primero era satinado y pesado y la portada monocroma). Este año, con una tercera edición en mano, estuvo conversando con los que se acercaron a comprar el libro y a que se los dedicara. Todos los libros se vendieron.
Julio Linares hijo quería que coincidiera su intervención y protagonismo en la FIL con la conmemoración de los 500 años de la fundación de la ciudad de Panamá, y se siente muy satisfecho y agradecido por haber tenido la oportunidad de seguir vigente después de cinco años.
Le pregunté al autor y acucioso ensayista si él siente que los lectores han comprendido las circunstancias por las que nos unimos a Colombia y posteriormente decidimos establecer una nación como tal (éramos parte de la Nueva Granada) después de estar insistiendo en el tema por cinco años me contestó que: “lo ideal sería que la leyenda negra desapareciera, hay autores que consideran que ese debate debe darse por clausurado”. Pero él no cree que eso va a suceder, porque la naturaleza humana es la de confrontación, especialmente de ideas. De allí es que Linares escogió sustentar su ensayo en pruebas documentales, testimoniales e históricas, además de la idiosincrasia del país. Se basa en fuentes primarias y evita la elucubración, de la que adolecen algunos de los testimonios que nos ponen como un país creado por los banqueros de Wall Street.
Evita a toda costa estar dilucidando conclusiones. Su rigurosidad la sustenta en su disciplina como abogado, que lo llevan a alegatos basados en pruebas documentales. Nuestra independencia no contó con derramamiento de sangre, por lo tanto, no hay héroes, y eso lo reclaman muchas personas, pero no todos los movimientos revolucionarios son sangrientos o duros. Hubo conjura, hubo conspiración, definitivamente, donde los próceres panameños se aprovecharon de la necesidad de los franceses de deshacerse de su quebrada compañía que había iniciado la construcción del Canal de Panamá.
Aproveché la conversación que sostuve con autor para mencionarle la cita de que “la separación de Colombia fue el resultado de la audacia panameña, la ambición estadounidense, la codicia francesa y la miopía colombiana”. Volvimos al tema con la aseveración de que Teddy Roosevelt, entonces presidente, pregonaba su “destino manifiesto”, que era apoderarse de la geopolítica mundial. Sobre la cita, añadió que también los especuladores llevan su parte en todo el asunto, que se disputaban las rutas del paso transístmico.
La sapiencia del abogado escritor es inacabable, pues sus fuentes son muy buenas. Panamá era una provincia olvidada de Colombia, por eso fue posible que los estadounidenses pudieran confabular a los conjurados. Para Linares hay grupos ideológicos que siempre van a sacar el tema de la leyenda negra porque dos de los próceres eran funcionarios de la compañía del Ferrocarril de Panamá. Panamá no tenía la fuerza militar, ni geopolítica, ni mucho menos económica para enfrentarse a Colombia. Surge entonces la figura de Esteban Huertas, militar colombiano que apoyó la causa panameña por el paupérrimo estado en que estaba el futuro país. Coincidimos, en nuestra conversación, que Colombia hasta hoy día se lamenta de haber perdido Panamá y así lo reitera Rafael Baena en su novela “La guerra perdida del indio Lorenzo” (en referencia a Victoriano) cuando dice que Colombia no perdió Panamá porque el gobierno central haya salido derrotado en la guerra con el ejército insurgente liberal, o con los gringos. Lo perdió por su falta de carácter: “Me alegra que se haya perdido Panamá y me alegra que no nos hayan indemnizado de manera proporcional al perjuicio recibido. A ver si así aprendemos de una vez a valorar lo que somos y lo que tenemos. Nos merecemos ese castigo por ser tan retóricos, por cobardes, por no haber estado a la altura de las circunstancias cuando el país más lo necesitaba, por ser tan brutos. En suma, por ser tan colombianos”.
El problema de los libros que han tejido la leyenda de que Panamá fue creada por Wall Street es la falta de fuentes. Todo este debate está debidamente sustentado en este enjundioso ensayo del Licenciado Linares. Y también ofrece las fuentes que mediáticamente fueron artífices de hacer creer que la decisión de los próceres estaba condicionada por las decisiones estadounidenses. Uno de los valores de este libro es la consulta, confirmación y relevancia que le da a los hechos tal como ocurrieron.
En el caso del libro del colombiano Oscar Terán, el autor expone los hechos y al concluir, sale con otra idea diferente a lo expuesto y eso lo rebate el intelectual Diógenes de la Rosa. Ya no podemos insistir que fuimos creados por Wall Street desde la firma del tratado Torrijos Carter y el total usufructo de nuestra posición geográfica. Los que participaron en la gesta fueron el pueblo panameño, que se unió y logró una independencia. En el cabildo abierto no hubo diferencia de clases. Fue grandioso de que se unieran liberales y conservadores.
Julio Linares es nieto de Enrique Linares, que fue prócer de la independencia. Desde el centenario de la república se le fue abriendo la mente sobre el tema y paradójicamente, los que lo motivan a meterse a investigar son los que están a favor de la leyenda negra, como Ovidio Díaz, Olmedo Beluche y otros. Ha publicado tres compilaciones de ensayos o discursos, desde 2004 hasta 2007 y se estrenó con este libro en 2014. Prepara para el año próximo un libro en torno a Justo Arosemena. Ha estado en muchos foros, tanto en universidades como en medios de comunicación. El tema no pierde vigencia. E insiste en que las personas responsables no se deben dejar llevar por las elucubraciones.