LA SEMANA DE WENDY GUERRA
Por Mariela Sagel, Facetas, 21 de enero de 2018
Esta semana estará en Panamá la escritora cubana Wendy Guerra y tendrá muchas actividades: dictará un taller piloto de “cómo contar tu historia”, con participantes que han enviado sus textos para que se trabaje sobre ellos durante los dos días que dure el corto curso. También viene a reunirse con diversas organizaciones académicas y de colaboración para explorar la posibilidad de establecer una escuela latinoamericana de escritura.
Esta idea surgió entre las dos cuando participábamos del Festival Gabo, organizado por la Fundación Gabriel García Márquez para un Nuevo Periodismo Latinoamericano (FNPL) en septiembre pasado. Wendy es la heredera literaria del Gabo, de quien fue alumna en el Instituto Superior de Arte de La Habana, donde se licenció en dirección de cine. Su labor creativa la inició como poeta, estrenándose con un libro titulado “Platea oscura”, cuando apenas tenía 17 años. Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente y ella ha capeado varios temporales y sobrevivido a muchos naufragios. Han pasado 30 años y hoy día es un referente obligado de la narrativa cubana y latinoamericana, la de adentro, porque Wendy escribe y produce desde La Habana.
WENDY LA HABANERA
A pesar de que a fines de 2014 se anunció el restablecimiento de las relaciones de Estados Unidos y Cuba y se esperaba que la isla experimentaría una gran apertura y un gran cambio, los mismos no han sido tan grandes ni tan abiertos, por un lado, por el férreo control que ejerce el gobierno de Raúl Castro, después de 59 años de haber triunfado la Revolución en ese país, –y la muerte de su hermano, el líder de esa revolución– y por otro por los retrocesos que ha significado la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
Wendy Guerra vive en el barrio de Miramar, que fue antaño una de las zonas residenciales más elegantes de la capital de la isla caribeña. Cuida con esmero el piso que por fuera presenta un aspecto destartalado y ella, tan consciente de los temas saludables, trata de llevar una dieta que le mantienen esa silueta estilizada y juvenil que ostenta.
Es tremendamente conocida en su ciudad, sin la cual no puede vivir, al principio gracias a los programas de televisión que protagonizaba después de recibir el premio Bruguera en 2006 por la novela “Todos se van”, que fue llevada al cine por el colombiano Sergio Cabrera y se puede ver en Netflix. Cuando regresó de recoger ese premio ya no pudo seguir haciendo televisión. Sus novelas se publican en el extranjero, más no en Cuba. Cuando le preguntan en la calle si no se ha ido al exilio ella responde que vive en el “inxilio”. Se defiende diciendo que “Es bueno quedarse con lo malo de lo bueno. Aquí llevo una vida esforzada pero legítima. Soy coherente con las herramientas que todo el mundo usa; uso las bibliotecas y voy a los hoteles para entrar en Internet. No podría vivir aquí como un extranjero. No soy una activista política, sino una escritora», cuenta a velocidad de vértigo en una entrevista publicada en El País en 2014.
Ese libro, además de ser adoptado por el gobierno francés en su currículo, es un relato autobiográfico de cómo vivió la diáspora de todos sus amigos y conocidos una hija de la revolución (ella se llama a sí misma así y explica lo que hicieron sus padres por Fidel y por el momento que vivían cuando ella estaba creciendo) y lo han definido como una de las críticas más devastadoras del comunismo, escrita desde la visión de una niña.
Tiene muy claro que su carrera personal y profesional está divorciada de la que pudieron haber tenido los padres de su generación “porque ellos nunca pensaron en tener algo suyo en primera persona del singular”. Después de ese libro ganador del Premio Bruguera, la editorial que lo entregaba se declaró en bancarrota y se tuvo que buscar otro editor. Por suerte, los ha encontrado y de lujo.
WENDY LA INTERNACIONAL
Después de ese premio, que la catapultó a la fama, llegó con un legajo enorme a la editorial y tras quitarle como 200 páginas, publicó en 2008 “Nunca fui primera dama”, libro que acaba de ser reeditado y le ha puesto una guinda de lujo con un capítulo final titulado “Sin Fidel” y que presentó el día que se cumplía un año de la muerte del comandante, el pasado 25 de noviembre, en la FIL de Guadalajara. Posteriormente, en 2011, publicó bajo el sello Alfaguara “Posar desnuda en La Habana”, un diario apócrifo de la escritora francesa Anaïs Nin, que presentó con toda la fanfarria de la que es capaz en un “happening” a fines de ese año también en Guadalajara. Nin era de madre cubana y vivió de pequeña en la Habana, y en esta recreación que se ha permitido hacer Guerra, supuestamente vuelve a esa ciudad y acostumbrada a llevar un diario, recrea esa instancia con singular maestría, teniendo como escenario sus grandes mansiones, las lujosas fiestas que se daban y la vida distendida que se desarrollaba en la Perla del Caribe, incluyendo a protagonistas claves como el pintor Wifredo Lam o el escritor Alejo Carpentier. Wendy se convierte en una de sus descendientes y sucumbe a la licencia que les permite a los autores de ficción el poder de la documentación y, sobre todo, un escenario tan seductor como La Habana. Se imbuye en sensaciones emocionantes, pero alejadas del sentimentalismo, de una forma convincente, íntima y muy personal. En su momento, el semanario francés Nouvel Observateur señaló a Wendy como la heredera contemporánea de Anaïs Nin.
El “happening” al que me refiero era muy conceptual, dirigido por el artista cubano mexicano Waldo Saavedra, que es un pintor un tanto controversial, a quien se le atribuye que pintó desnuda a doña Letizia Ortiz antes de su boda con Felipe, Rey de España. Se alega que ese cuadro fue producto de unas fotos que tomó el pintor afincado en Guadalajara, y todo indica que ellos (Waldo y Letizia) eran amigos en el tiempo que la hoy Reina se dedicaba al periodismo.
Después siguieron “Negra” (2013) y “Domingo de revolución” (2016), y su carrera de escritora la combina con artículos regulares para El País, para el New York Times, el Nuevo Herald y otras publicaciones. En 2010 fue nombrada Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres en Francia, y en 2016 fue elevada al título de Officier de la misma orden. Desde entonces es frecuente que asista a la Universidad de Princeton a dictar talleres y charlas, privilegio que tendremos esta semana en Panamá.
El miércoles 24 de enero conversará sobre su obra literaria en la nueva Librería de Panamá Viejo, y desde allí podremos escuchar no solo lo que vive ella como escritora que decidió quedarse en Cuba y producir desde allí, sino qué ha sido de los amigos que se fueron, y que muchos regresan, ahora que pueden, a despedirse de sus padres o a enterrarlos. Tiene una ardua tarea a novelar, la de los cambios que, aunque lentos, está viviendo a diario.