MARCA PAÍS
Por Mariela Sagel, 19 de mayo de 2019, La Estrella de Panamá
Durante la campaña electoral que recién terminó se realizó un foro de turismo entre los 7 candidatos, que aportaron algunos puntos valiosos, pero que no llegaron a definir lo que realmente necesitamos como país, tanto para atraer turistas como para ser considerados un lugar atractivo de visitar. Es de todos conocido que la industria de turismo ha ido disminuyendo su aporte el producto interno bruto (PIB) en los últimos años, en parte por la falta de una promoción turística coherente. Como me dijo un diplomático extranjero recientemente, Panamá no solo es polleras.
En la mayoría de los países las atracciones turísticas son las culturales, siendo los sitios históricos los más visitados por casi todos los turistas, los entiendan o no (por ejemplo, los chinos tomando fotos a los santos en el Vaticano son una clara evidencia). Si bien no podemos mostrar una catedral construida hace 800 años, sí podemos mostrar un conjunto monumental que se fundó hace 500 como la primera ciudad que establecieron los conquistadores españoles en el Océano Pacífico. El gran problema que hemos tenido para ser efectivos y exitosos vendiendo nuestro país es que la Autoridad de Turismo va por un lado, el Instituto de Cultura va por el otro, la Cancillería por ninguno y la facilidades de tener un “hub” aeroportuario en contravía.
En México, que tan exitoso ha sido al vender el país como una gran y atractiva amalgama de manifestaciones artísticas (literatura, pintura, música, baile), gastronomía, tequila, playas, montañas, historia, se acaba de instalar un Consejo de Diplomacia Cultural entre la Secretaría de Cultura y la cancillería con el fin de “rearticular conjuntamente la política nacional de promoción y presencia cultural de México en el mundo”. Según la nota que circuló, la Secretaría de Relaciones Exteriores asumirá, además de la cooperación en el tema cultural, la de coordinar las acciones de promoción económica, turística, cultural y científica en el extranjero. Una sinergia perfecta que funcionaría muy bien en nuestro país. Tenemos museos que, aunque algunos se estén cayendo, serían de interés para el visitante; un canal que es una de las más impresionantes maravillas del mundo; tenemos un desarrollo humanístico único en la Ciudad del Saber; tenemos un festival de jazz que ya casi alcanza su mayoría de edad, un festival de cine que cada año se pone mejor, una feria del libro que va a celebrar este año su décimo quinta versión, una oferta gastronómica que es la envidia de los países del área y muchas otras cosas que tienen que buscar apoyo (o mendingar) con empresas privadas. También tenemos resorts de playa, tanto en el Caribe como en el Pacífico, sitios de montaña impecables y de biodiversidad inigualables, islas donde se ha gestado la historia del continente americano (Taboga) pero no se ofrecen como un producto único sino desarticulado. Tenemos la gran ventaja de contar con un “hub” aeroportuario donde pasan millones de pasajeros que, a veces hacen escala sin saber qué pueden venir a hacer a Panamá. Nuestro “skyline” no tiene nada que ver con los países centroamericanos.
El ensayo por el que pasó México, país ya de por sí exitoso en venderse, surgió durante la transición de gobierno el año pasado, ya que varios especialistas, grupos experimentados, académicos, se acercaron al gobierno electo y propusieron que hubiera un cambio en la manera y en la intensidad en la que se promueve la política cultural de ese país hacia el mundo, y es entonces que se incorpora la propuesta de una diplomacia cultural que deje atrás la vieja estrategia y rearticulara un nuevo modelo, teniendo a la cultura como eje transformador y tarea fundamental de la diplomacia. Se creó así un Consejo de Diplomacia Cultural, con una dirección ejecutiva y que no estuviera solamente relegada a la cooperación.
Debemos buscar la creación de una marca país, como la tienen y usufructúan muchos países. Panamá es mucho más que polleras, que Mano de Piedra y Rubén Blades y es muy diferente a los #PanamaPapers. Es el momento en que el gobierno entrante estudie todo lo que no se ha hecho y también lo que se ha hecho, lo que ha funcionado y lo que no, y rearticule sus esfuerzos en el modelo que considere conveniente para que nuestro pequeño país se coloque en el “top of mind” de todos los operadores de turismo y al mismo tiempo, cuando salgamos a vender Panamá, lo hagamos de forma integral.