Publicado en El Siglo, el 25 de abril de 2022.
El pasado sábado se conmemoró el Día Intencional del Libro, que se celebra en todo el mundo, en la fecha en que murieron en 1616 el padre de la lengua castellana, Miguel de Cervantes Saavedra, el de la lengua inglesa, William Shakespeare, y coincidentemente el Inca Garcilaso De la Vega, de orígenes peruanos. Para todos los amantes del libro y de la palabra escrita es una fecha de regocijo, y es tradicional, especialmente en Barcelona, donde la industria editorial es muy fuerte, regalar una flor y un libro. La flor es una remembranza a que también es el día de Saint Jordi, que nació en Capadocia, Turquía, y dice la leyenda que defendiendo a una joven doncella contra un dragón, la sangre del dragón, al ser atravesada por la espada del guerrero, se convirtió en una rosa. Lo importante es que se celebran muchos actos, presentaciones de libros, lecturas continuadas del Quijote, en el caso de los que hablamos español, generalmente coordinados con el Instituto Cervantes, desde el emblemático Círculo de Bellas Artes. En años anteriores la embajada de España organizó sendas lecturas, desde la Casa del Soldado en el Casco Antiguo y, en 2019, frente a la torre de Panamá Viejo, una muy especial, porque es año se celebraron los 500 años de la Ciudad de Panamá. Llegó el catastrófico 2020 y todo se paró, sin embargo, este año se volvieron a retomar, en España, ciertas actividades en torno al libro. Saint Jordi fue un militar romano que se negó a perseguir a los cristianos y se le dedica el gran patriarcado ecuménico de Constantinopla en Estambul, una preciosa iglesia que contiene muchas reliquias. También se acostumbra ascender a una de las islas de los príncipes, en el mar de Mármara, que se forma entre los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos. Mi intención era hacer esa peregrinación este año pero motivos de fuerza mayor me lo impidieron. Es una buena excusa para intentarlo el otro año.