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Troya

Publicado en La Estrella de Panamá, el 16 de octubre de 2022.

Le debemos a Homero, el poeta griego, la concepción etérea de la antigüedad, sin ella no hubiéramos conocido a Héctor o Aquiles. Homero, en el año 700 a.C inmortalizó primero la Ilíada y después la Odisea. El poeta, uno de los más importantes de la raza humana, que creó obras que rivalizan con las escrituras religiosas, narró en sus épicas la sobrevivencia de la escritura occidental como hoy la conocemos. Gracias a los versos de la Ilíada y la Odisea, el mito de la guerra de Troya y el destino de los que allí estuvieron implicados sobreviven al tiempo y estas narraciones se mantienen vivas, sin temor a dudas a la veracidad y la calidad de las mismas.

Los relatos de Homero de la guerra de Troya son mucho más intrincados que una simple narrativa cronológica de eventos, consecutivos uno de otro, que van amarrando una historia con otra. El gran éxito de Homero es el de destacar eventos específicos fuera del gran contexto de la historia y relatarlos en forma individual, desde el punto de vista de incidentes puntuales.

El resultado es una pieza maestra de literatura, un poema épico en el que hasta la lógica y la historia convergen en una forma de arte. La acción narrativa se circunscribe a un corto período de tiempo. El tema se convierte así en un cisma en las relaciones personales entre dos líderes históricos que dirigían las tropas en conflicto: Aquiles y Agamenón, y las consecuencias que se dieron como resultado de su enfrentamiento.

A través de diferentes recuerdos del presente y del futuro, la Ilíada y la Odisea relatan la historia completa de lo que pasó dentro y fuera de las murallas que rodeaban a Troya (Ilión, como se le conocía), en la colina turca de Hisarlik, provincia de Canakkale, lo que ocurrió con Paris y el secuestro de Helena, hasta la victoria sobre la ciudad a través de un enorme caballo de madera. Más temprano que tarde, las épicas relatadas se convirtieron en mito hasta el día de hoy, aún en las culturas occidentales. Lo que conocemos como la guerra de Troya tuvo lugar entre 1194 y 1184 a.C.

Excavaciones en el sitioCedida

Se dice que Alejandro Magno, que también pasó por Troya, tenía siempre consigo una copia de la Ilíada.

De hombres y dioses

La trama de la Ilíada se desarrolla en dos niveles: en el Olimpo y desde las alturas del Monte Ida, desde el cual los dioses miraban a los habitantes de Troya y los esquemas prevalecientes en ese momento. Allí se instalaron para observar el desarrollo de la guerra. Las deidades no tenían forma humana, pero en pocas ocasiones, compartían emociones e impulsos humanos: orgullo y celos, amor y odio, despecho y lástima. Las diosas Hera y Atenea se sentían cautivadas por Paris, hijo del rey troyano Príamo (que, siguiendo el encanto de Afrodita, que le había prometido que tendría a la mujer más bella como su esposa) lo escogen sobre los demás. La prometida belleza no era otra que Helena, hija de Zeus, casada con el rey espartano Menelao. Con la ayuda de Afrodita, Paris se las arregla para llevar a Helena a Troya, desatando la guerra que se conoce con ese nombre, provocando no solo la ira de su marido sino de toda la nobleza griega que apeló a su honor y protección desde el día de su boda.

La diosa Atenea, sin embargo, se mostró voluble en su papel. Desde los mismos cimientos de fundación de la ciudad había servido como protectora de Troya, y en su nombre se coronó la acrópolis y se erigió su estatua, llamada Paladión, que garantizaba que seguiría dirigiendo los destinos de Troya. El mito, sin embargo, probó lo débiles que eran al final de la lucha. Atenea permitió no solo que Odiseo y Diomedes saquearan Paladión, sino que los aqueos* lucharan con ventaja, sellando el desafortunado final de Troya.

Ruinas, vista a los DardanelosCedida

“Troya forma una ensenada natural, donde muchos barcos se refugiaban de los fuertes vientos. El gobierno turco declaró el sitio en 1996 como Parque Nacional Histórico”.

No era que el dios Poseidón tuviera misericordia de Troya. Cuando sus fortificaciones se fueron construyendo, tanto él como Apolo habían venido a ayudar y, como reciprocidad, Laomedonte (el rey de Troya en ese momento) les prometió rebaños de caballos inmortales que Zeus había otorgado en nombre de su abuelo. Con la ayuda de Poseidón, las fortificaciones de Troya se levantaron altas y en forma rápida en el término de un año, mientras que Apolo pastoreaba a los animales. Sin embargo, una vez que el trabajo se había completado, Laomedonte ignoró las promesas y desafió a los dioses. Como consecuencia, Poseidón también se unió a los dioses decepcionados que favorecieron el asedio de los aqueos.

Del lado de los troyanos permanecía Afrodita —algo inexplicable— y otros, como Apolo. Zeus se sentó en un trono neutral –en la cima del Monte Ida— desde donde pudo dirigir los destinos de Troya y de los héroes, deteniendo las acciones rebeldes de las otras deidades. A pesar de que, desde el principio, la guerra de Troya era su principal objetivo, solo la ira de Aquiles lo lleva a abstenerse de participar en la batalla y la consecuente pérdida de muchos héroes.

El asentamiento de Troya, en el Asia menor, en la actual Türkiye y que fue el escenario de todas estas batallas, parecía una ilusión épica u homérica, escondida en las sombras de una monumental obra poética. No fue hasta el siglo XIX que el inglés Frank Calvert asestó la espada en la tierra, seguido tres años después, en 1870, por el ciudadano alemán Heinrich Schliemann. Ambos exploradores habían sido dirigidos al sitio por Homero, en forma metafórica.

Moderno museo de TroyaCedida

Las evidencias arqueológicas

Las primeras excavaciones mostraban asentamientos prehistóricos y tal como se muestran hoy, capa tras capa fueron resurgiendo las diez capas que se aprecian en el santuario destinado a estudiar la guerra de Troya, sus escenarios, una réplica del caballo y el magnífico museo que se abrió hace cuatro años, donde se reúnen todas las piezas del inmenso rompecabezas que fue este sitio histórico. Las capas se explican en que como iba subiendo el nivel del agua del estrecho de los Dardanelos, tenían que adecuarse a ese ascenso.

Troya forma una ensenada natural, donde muchos barcos se refugiaban de los fuertes vientos. El gobierno turco declaró el sitio en 1996 como Parque Nacional Histórico. Abarca un área de 136 kilómetros cuadrados, comprende evidencias desde el neolítico hasta la famosa batalla de Gallipoli, en 1915. Desde 1998 está en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

El famoso caballo fue construido por los griegos y tenía en su panza a los guerreros más bravíos de su época. Lo dejaron en la orilla, y los incautos e ilusos troyanos halaron el inmenso equino de madera al centro de la ciudad como si fuera un tributo a la diosa Atenea. En la noche, los soldados griegos, en forma sigilosa, salieron de su escondite, encendieron una hoguera que servía de faro para los barcos que estaban en la bahía y abrieron las puertas de la ciudad. Con esta acción, después de diez años de estar sitiada, la ciudad cayó. Esta historia no se lee en los libros de Homero: el recorrido del troyano Eneas, cuyos descendientes (Rómulo y Remo) fueron los fundadores de Roma, la continúa en la Eneida el poeta romano Virgilio. El caballo que se exhibe en la actualidad es una creación de un artesano turco en 1975.

Estatua de AfroditaCedida

La guerra de Troya, las obras la Ilíada y la Odisea son relatos que escuchamos y con los que nos relacionamos desde que somos jóvenes. Para entender todo este entramado, aderezado por las fantásticas narraciones homéricas, nada mejor que visitar este monumental sitio histórico al que se le ha dado realce y su lugar, para la ilustración de todo el mundo.

*Aqueos eran llamados un amplio sector de los griegos durante la Edad del Bronce, cuando floreció la civilización micénica.