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Para estar dentro de la onda futbolística que tiene al país al revés, asistí el viernes al entretenido programa radial «Proyecto Criollo», que fue anunciado en una glosa como el escenario donde tendría lugar un partido de fútbol con un equipo del PRD, del que participarían el Toro, Martín, Pachi, Mitchell, Bimbín, Pedro Miguel y Oranges, al ritmo de las vuvuzelas.
Ya que he confesado mi infinita ignorancia con relación al fútbol, busqué lo que significaba vuvuzela, que en lenguaje zulú es una especie de trompeta larga, que se usa en el juego para animar a los equipos, especialmente en los campos de juego sudafricanos. Aunque ya eran utilizadas en citas mundialistas anteriores, este año cobran más relevancia por estar celebrándose la Copa en Sudáfrica.
Pero lo sorprendente del asunto fue que la glosa era una cuña para que las personas escucharan el programa, pero uno de los mencionados en ella se apersonó en punto a la emisora y con su vastísima experiencia nos nutrió, a los conductores del programa y a mí, en el tema que tratamos, que era, precisamente, uno de los ingredientes que aderezaron la ley 30, conocida como «langosta o chorizo», de la patente de corso que se le otorga a los agentes policiales a disparar, y en consecuencia, no podrán ser objeto de medidas cautelares ni suspendidos de sus cargos.
Los pelaos que conducen el programa, muy acuciosamente, mostraron la Ley No. 57 del 27 de noviembre de 1995, que dicta normas especiales de carácter procesal, penal y penitenciario aplicables a los miembros de la fuerza pública y de la antigua PTJ, la misma que fue señalada por el comentarista Juan Carlos Tapia. La existencia de esa norma jurídica ni siquiera fue tomada en cuenta para modificarla al condimentar la Ley 30, lo que es a todas luces una inconsistencia judicial que raya en la chabacanería.
Las vuvuzelas tienen a todo el mundo muy atolondrado, más a los funcionarios que cuando ven un micrófono dicen lo primero que se les ocurre, como el atrevimiento que tuvo el Presidente al decir que los gobiernos anteriores tuvieron tratos con el narcotráfico. Temeraria acusación que se suma a otras que no se prueban, pero se vierten en forma irresponsable.
A fin de cuentas, el Presidente formó parte de dos gobiernos anteriores, sería interesante que señalara cómo eran esas relaciones y también explicara cómo un asesor del hoy ministro de Seguridad se reunía personalmente con presos vinculados con ese negocio ilícito.