Por Mariela Sagel, en El Siglo, 3 de enero de 2022.
El 2021 terminó como segundo año en pandemia. Las semanas finales fueron de un alarmante incremento en los casos de contagios, a nivel mundial, por la variante Ómicron que rápidamente se fue esparciendo por todos los países. Se dice que es muy contagioso y que no da tan duro como para mandar al paciente para una unidad de cuidados intensivos.
La verdad es que, sin ser experta ni mucho menos querer sentar cátedra, creo que el virus se pega por el contacto con otras personas, por eso todas las reuniones, comidas y celebraciones de estas fechas han tenido como consecuencia miles de nuevos contagios. A la luz de todas estas noticias, que nos llegan de todos los países, lo único cierto es que la vacuna SÍ funciona, porque si le da a los vacunados, es muy leve y a la mayoría de lo que estamos no nos da. Siempre y cuando guardemos las medidas de bioseguridad, como son: usar mascarillas (estamos expuestos a los que no llevan o los que la usan debajo de la nariz, que es una forma incorrecta), evitar las aglomeraciones (que significa mantener el distanciamiento entre personas, lo que a veces se hace muy difícil) y seguir dejándonos la tersura de las manos en el lavabo, pues de tanto lavarnos seremos no una generación sino un ejército de personas con las manos que revelan todo alcohol y jabón que hemos usado en estos casi dos años.
El final de esta pandemia no puede estar lejos. Siempre hay un principio y un final y, según los expertos, los virus al ir mutando van perdiendo fuerza. A lo mejor tendremos que vivir con él como un resfriado fuerte, del que debemos cuidarnos. De lo que sí no se salva nadie es del juicio lapidario, a veces injusto, que se les dará a los gobernantes que, con aciertos y errores, tuvieron que enfrentar esta pandemia que vino sin manual de instrucciones. Deberían estar agradecidos los que perdieron en las elecciones y no les tocó estar al frente del gobierno (sea cual fuere) en estos dos años. Así que vacúnense todos.