ENTRE CONFUSIÓN Y LÁGRIMAS
Por Mariela Sagel
La Estrella de Panamá, 1o. de diciembre de 2013
Los temas nacionales, como siempre, nos mantuvieron de sobresalto en sobresalto, especialmente anticipándonos a una hecatombe como era el Black Friday, que es un desafuero innecesario, que empeñará más al panameño común y lo hará adquirir bienes que seguramente no necesita y trapos que poco se pondrá. Un endiosamiento al consumismo, que nos aleja de las realidades del país y del mundo.
En la intervención del Presidente durante la apertura de la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción confundió la corrupción política con la lucha contra el narcotráfico y no desaprovechó para echarse sus acostumbradas flores del magnífico crecimiento económico que experimenta el país, lo que seguramente no era del interés de los asistentes y más de uno debe haber activado sus alertas al escuchar esta diatriba. En vez de aprovechar el acto para hacer un firme compromiso por erradicar la práctica de los que entraron limpios y saldrán archi millonarios, no dejó de mencionar “al evasor de la opo”, como si el auditorio supiera de lo que estaba hablando.
La corrupción está más ligada al abuso del poder público para provecho personal y en el caso de la conferencia que se celebraba en nuestra capital, estaba alejada del narcotráfico. La propia convención estipula la necesidad de tipificar penalmente como delitos el soborno de funcionarios públicos, la malversación o peculado y apropiación indebida y otras formas de malversación de bienes por un funcionario público, el tráfico de influencias, el enriquecimiento ilícito, lo que ha sido escandaloso durante estos cuatro años. Para muestra, lo que está ocurriendo con la Autoridad del Canal y su flamante integrante femenina de la Junta Directiva.
Seguramente dentro de su muy ilustrado equipo de trabajo le dieron el discurso equivocado y él se lanzó sin paracaídas a leerlo. Yo no podía creer lo que escuchaba, porque era a todas luces el mensaje equivocado a un público que necesitaba escuchar un compromiso de rendición de cuentas, que hubiera sido bien acogido por los presentes, aunque fuera otra de las muchas mentiras y compromisos que adquiere el mandatario, que tiene como práctica común “haz lo que digo, no lo que hago”.
El remate de la semana, después de las acostumbradas acciones vergonzosas que protagoniza casi a diario (y sus mensajes por Twitter que demuestran su incontinencia en esta red social y también su ignorancia) fue la lloradera que le dio cuando entregó unos aportes a los afectados por el jarabe Dietilenglicol. Bien tonto es el que piensa que esa puesta en escena le va a aportar votos a su candidato. Los que sabemos de las formas infantiles en que el señor que ocupa el Palacio de las Garzas se comporta no pensamos que ha sido una magnífica lección de cómo llorar en público de su más iliterato ministro, conductor del programa “qué tal si te digo” sino la forma en que a través de los años expresa su disconformidad o rabieta porque las cosas no le salen como quieren. A saber cuál de sus maquiavélicos negocios le están dando problemas.
Unos dicen que son lágrimas de cocodrilo, otros que es de lágrima fácil, no como El Pirata Cojo de Joaquín Sabina. Yo propongo que se le haga una lista de todas las cosas por las que tiene que llorar, y por las que han llorado muchas personas estos cuatro años: los reprimidos en Bocas del Toro, los indígenas del Oriente Chiricano, los colonenses cuando él estaba rumbeando en Italia (de vuelta de Vietnam, hizo escala en Hong Kong y de allí se fue a Italia, extraña ruta), los cinco chicos calcinados por la policía en el Centro de Cumplimiento y más recientemente, los “errores” de la fuerza pública que tiene a todos desconfiando de ese estamento de seguridad y que ha cobrado vidas y causado heridas.
Nos hemos acostumbrado tanto a los shows de este señor que ni sus lágrimas nos conmueven.