Por Mariela Sagel, en El Siglo, 17 de mayo de 2021.
El pasado 15 de mayo se conmemoraron, sin pena ni gloria, 118 años de la ejecución del llamado líder indígena Victoriano Lorenzo, que combatió en la guerra de los Mil Días, preámbulo de la separación de Panamá de Colombia (1899-1902). Fue un luchador incansable contra las injusticias que se cometían cuando éramos parte del vecino país. Se le ha considerado un héroe nacional panameño y su ejecución se dio apenas seis meses antes de nuestra separación de Colombia y la constitución de la República de Panamá el 3 de noviembre de 1903.
A pesar de que se le estigmatizó como guerrillero, fue un líder carismático, que fue autodidáctica y aprendió a leer y escribir por su cuenta. Llegó a ser gobernador de El Cacao, en el área de Penonomé donde hoy en día todavía se pueden visitar sus “Campo Trinchera”. Denunció atropellos e injusticias por parte de las autoridades y estuvo preso, pero no perdió su tiempo cuando estuvo en prisión: se hizo sastre, barbero y estudió leyes.
Se convirtió en un líder comunal al regresar a su pueblo, llegó a ser secretario del gobernador del Cabildo Indígena y su popularidad fue en ascenso. Apoyó al bando liberal contra el gobierno central conservador en la Guerra de los Mil Días, que se vivió por toda Colombia. Los liberales fueron derrotados en la batalla del Puente de Calidonia, y de allí sus tropas se replegaron a las montañas de El Cacao, que fue arrasado y quemado por los conservadores. Esos hechos los convirtieron en guerrilleros de montaña, a los que se adhirieron tropas liberales. Fue ganando prestigio y temeridad.
Con los sentimientos nacionalistas exacerbados, el gobierno colombiano lo condenó a muerte, alegando que era un malhechor. Fue ejecutado en la hoy Plaza de Francia (entonces plaza de Chiriquí). Es considerado un héroe nacional del que, sin embargo, no conocemos mucho. Un libro magnífico sobre el cholo guerrillero es el que fue escrito por Rafael Baena, colombiano, llamado “la guerra perdida del indio Lorenzo”.