MARIELA SAGEL
La reunión que se desarrolló en Panamá la semana pasada, la conferencia preparatoria a la cumbre del cambio climático, que a todas luces fue polémica no solo por los temas tratados, sino por las aristas que insisten en sacarle los políticos irresponsables que estuvieron a cargo de su organización, van más allá de lo que debemos anteponer cuando alardeamos que colocamos al país por delante de los intereses personales.
Mi hija, especialista en ambiente, me ha ayudado a resumir las oportunidades que Panamá pierde al no tomar en serio el tema ambiental, sobre todo en el marco de esta conferencia que es antecesora de la cumbre de Durban, Sudáfrica.
Panama pierde, ya que siendo un país con amplias costas, será uno de los más afectados por el cambio climático, porque se presume que una posible consecuencia sea el aumento del nivel del mar.
Pierde la cooperación que conlleva formar parte de las negociaciones. Pierde conocimiento en adaptación: qué están haciendo los otros países para adaptarse ANTES de que pasen desastres como lluvias torrenciales que, según dicen, podrían ser más frecuentes, sequías, etc. No hay ni que imaginarse la dimensión de los desastres como las inundaciones que se dieron en Chiriquí la semana pasada, dejando las secuelas que presenciamos.
Pierde oportunidades de proyectos de investigación: los colegios, universidades, centros de investigación, cada vez más conforman un papel más importante y podrían usar al país y su envidiable posición geográfica como plataforma para investigaciones e incluso proyectos pilotos de reducción de emisiones, adaptación, etc.
Pierde conocimiento en energía: qué están haciendo otros países para generar una energía más limpia y de menos impacto, tales como las mini hidroeléctricas, la energía solar y la geotermia.
Pierde conocimiento en muchas otras áreas, como el transporte colectivo, tratamiento de la basura, maximización de uso de residuos, legislación acorde, que en los demás países funcionan y podrían ayudar a Panamá y a sus ciudadanos a vivir de una manera más sostenible y responsable.
Sobre todo Panamá pierde oportunidades de negocios: el cambio climático conlleva a hacer proyectos que en su mayoría son un buen negocio, porque aumentan la rentabilidad de los procesos. Panama NO es un país productor ni de manufactura, o sea que proyectos que tengan en común eficiencia energética, de prevención de la contaminación, generarían oportunidades de trabajo y empleo y quizás podría hasta aumentar y revivir la actividad manufacturera, porque sus procesos podrían ser vistos como más limpios y de mejor calidad. Ejemplo: utilización de llantas en cementeras como combustible, rellenos sanitarios limpios que no contaminen el agua subterránea ni las playas, producción de productos químicos a partir de fermentación, entre otros. Sobre todo, el uso excesivo de vidrios en la construcción podría optimizarse para abaratar costos y ser más ‘verdes’.
Podemos quedarnos rezagados en el pasado: al no participar ni escuchar qué hacen los demás, perdemos visión de futuro, porque tarde o temprano se tendrán que adoptar medidas para prevenir emisiones de gases de efecto invernadero y otros contaminantes. El aire y el agua son finitos, así como los suelos, mientras más contaminación haya, menos valor tiene nuestra tierra.
Panamá ha perdido también en no aprovechar que se realizara una reunión de esa categoría en nuestro país, al estar los enemigos políticos ventilando el rol que debieron jugar en su organización. Es realmente lamentable que el actual canciller salga con las acusaciones que vertió en los medios contra su antecesor, cuando ninguno de los dos —ni el actual, ni el botado— hizo nada para que jugáramos un mejor papel. Panamá pierde cada día mientras los cantamañanas del gobierno y los desplazados del poder sigan buscando ese pobre protagonismo. Bien decía Antonio Machado: ‘¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla, la tuya guárdatela…’.